Enciende la música, anda.
No he pasado buena noche y la vida a veces me puede. Un poco, y sólo a veces. Cierra los ojos conmigo. Y déjate llevar.
Abrázame. No me sueltes, hoy no. Mañana será otro día. Mañana volveré a fingir que nada me importa y que la vida es maravillosa, pero hoy déjame refugiarme entre tus brazos, como cada domingo, como cada día que se me hace cuesta arriba. Entre tus brazos, no hace frío, no hay miedo, sólo música y una mente que se deja llevar por las letras.
Hemos hecho una tradición de este momento. Bailar, movernos al son de nuestro corazón, no de la canción, sino de los sentimientos que nos duelen. Soy un cóctel de muchos sentimientos. Faltan palabras para expresar que tras la tormenta llega la calma, pero también la decepción, el remordimiento, las cosas que pudimos hacer y no hicimos y por último la paz. Cuando esa paz quiere llegar, la mente está jadeante, cansada de tantos altibajos, de tantas montañas rusas.
Los domingos son así, bien lo sabes, pero siempre acabo aquí. A tu lado, pidiendo que me salves de cada fin de semana. Pero solo hay una persona que puede salvarme de toda la pesada mochila que siempre me acompaña. Soy yo. Nadie lo sabe y nadie lo comprende, porque jamás saldrá de mi boca todo lo que llevo conmigo, a nadie le importa, me lo quedo para mí.
Y esa es tu magia, hacerme levitar, flotar, solo con rodearme con tus brazos, poner música, y estar a mi lado.
Patricia Izquierdo Díaz
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.