viernes, 28 de diciembre de 2018

En cualquier invierno se esconde un calor hecho a nuestra medida

Ya no nieva. La noche
descansa en la blancura de unas sábanas
con forma de ciudad.
Detrás de la ventana no estoy solo.
Tengo algunos tejados, esquinas luminosas, 
y pasan caminantes
con prisa y muchas bolsas de regalo
en busca de una cena familiar.

A la luz de la noche
parpadea la nieve. Parpadea
la pantalla del móvil. Feliz año,
que tus sueños se cumplan,
justicia para el mundo,
la dirección del banco saluda a sus clientes...
Parpadean mensajes y navegan
con sus breves deseos
en esta religión de la distancia.

Que se acabe la crisis,
república, salud y el amor de los tuyos,
mañana no será lo que Dios quiera,
este año es el nuestro y es valiente,
atreverse a nacer con la que está cayendo,
hoy me acuerdo de ti.

Parpadea la vida, los años parpadean,
las historias, papeles en el viento,
desarraigados árboles que pasan
en el viento que pasa
como pasan las hojas y la nieve.

El náufrago perdido en una isla
procura dar señales con el humo de una hoguera, o arroja
una botella al mar.
En medio de la nada,
mientras las olas llegan como números 
a una orilla electrónica,
también me acerco al mar y envío mis mensajes.

Con la barba crecida
y la camisa rota,
descalzo por la arena de una isla,
súbdito de mi caza, de mis pesca y mi red,
nada digo a los otros
si no es que estoy aquí,
que sigo naufragando en un lugar del mundo
y que marco los días
en el tronco de un árbol,
para que no se olviden,
desarraigados días que pasan con el viento,
con el viento que insiste y que murmura
deberías hablar,
deberías hablar
porque en cualquier invierno
hay color decente
hecho a vuestra medida.

Luis García Montero



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