Dicen que hay trenes que solo pasan una vez. Yo soy de las
personas que se quedan sentadas en la estación viéndolos pasar. No sé si es
porque me parece carísimo pagar el billete o porque me cuesta cambiar las
rutinas. Pero lo cierto es que cuando se para el tren enfrente de mí, suelo
buscar miles de escusas para dejarlo pasar. Se me pega el culo al banco. No
logro moverme. Y obviamente, los trenes no se paran a esperar a que yo decida.
Las puertas se cierran y se van… y yo me quedo ahí, entre el sí y el no, viendo
cómo se van y no hago nada… bueno si, cerrarme un poco más en mi misma.
Soy un poco insegura, me cuesta decidirme sin que me den un
empujoncito. Y muy calculadora, nunca se me dieron mal las matemáticas la
verdad, por eso evaluó los pros y los contras de cada una de mis decisiones.
Hasta que me bebo cuatro cervezas, se me pira, sigo mis impulsos ¡y la cago!
Curiosamente con lo que más me pasa es con los chicos… me
cuesta salir de mi zona de confort. De lo que conozco. Y soy de las que piensa
que va salir siempre mal. Inevitablemente hay veces que me sorprendo pero
después de todo me termino diciendo eso de… ¡lo sabía! Y me sirve para
encerrarme otro poquito más…
El otro día me monte en el tren. Me costó mucho. Pero estoy
en esa fase en la que me conciencio todos los días de que debo hacer mi vida. Y
bueno, decidí subir las escaleras antes de que se cerraran las puertas.
Nos conocemos desde hace mucho. Nunca hemos tenido una
relación estrecha, pero desde hace bastante, es un chico que ha puesto bastante
empeño en que nos viéramos. En que retomáramos la amistad. Pero mi yo
desconfiada, le ha dado las luces largas. Reconozco que me daba miedo, no sé,
era un tren de alta mercancía. Guapo, trabajador, brutote de los que a mí me
gustan… diréis, joder chica ¿Qué más quieres? Pues mira, es que también es del
sitio prohibido. Ese donde ya he bajado el telón. Donde he echado la llave y la
he tirado al campo.
No sé si por casualidad o es el destino, lleva un mes
trabajando en el colegio de mi infancia. El que está al lado de mi casa. Así que
después de evitarle durante más de un mes, ya no sabía cómo decirle que no.
Aun así busque la excusa perfecta para poder irme pronto. Y
estar con él, el menos tiempo posible. Porque no sabía si tendríamos temas de conversación,
si se me lanzaría, si solo buscaba que fuéramos amigos… tenía un montón de
dudas. Pero me puse mis vaqueros rotos, mis deportivas, una camiseta básica y
salí a la calle. Eso sí, sencilla, no muy guapa… ¡ha ver si se va enamorar de
mí! Jajaj
Y hoy, lo pienso y digo… no puedo ser más tonta. Me
sorprendió tanto… me reí, hablamos de muchísimas cosas. Aprendí de él. Y
mantuvo las distancias todo el rato. Y la verdad es que no podía dejar de
sonreír y pensar… ¡me alegro de haber quedado con el! Se pasó el tiempo volando
y la verdad, no me importaría quedar otra vez con él. Estuve muy a gusto.
Aun así, no es todo tan sencillo. He echado el freno de
mano. No quiero más hombre. No quiero confundir las cosas. Supongo que vuelve
Belén la rancia. Esa que perderá el tren. Pero es que no estoy yo ahora para
muchos trenes… y menos si la estación ya me la conozco. Pero oye, ¡qué bien me
lo pase el viernes, con ese chico tan guapo!
Belén Triguero Guijarro
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