miércoles, 26 de diciembre de 2018

Debilidad


Ayer leí en el Facebook, en una de esas páginas, que cuelgan fotos y ponen frasecitas, que parece que escriben para ti en el momento perfecto y te saltan inesperadamente mientras bajas las novedades “siempre habrá alguien que es y será tu debilidad” e inevitablemente pensé en ti.

¿He dejado de pensar en ti en algún momento de mi vida? Me resulta tan difícil contestar a esa pregunta. Creo que no, de una manera u otra, siempre estás en un rinconcito de mí. Y no me preguntes porque, pero ese rincón es tuyo, tan tuyo que hay veces que es un rincón oscuro, del que no me acuerdo que está ahí. Sin embargo, hay otros momentos, donde brillas. Estas lleno de luz. Y puedes con todo eso que aceche tu rincón. Porque repito, es tuyo.

Que susurraras en mi oído, media adormilado, abrazado a mi “recuérdame porque tú y yo no estamos juntos”  no cambia nada entre nosotros. ¿O sí? La verdad es que no supe que contestarte. Me pillo desprevenida. Pero hoy, ya despejada, sin sueño, sin alcohol recorriendo mis venas, sin tener tus brazos alrededor de mi cintura, puedo pensar con más claridad. Y tampoco tengo respuesta para eso… ni para eso ni para nada que tenga que ver con nosotros.

Muchas veces me han preguntado que eres para mí, que somos… nunca he querido etiquetarte, porque en realidad no somos nada. Solo eres mi debilidad. Esa persona con la que no puedo enfadarme. Esa persona a la que sonrió hasta enfadada si me sonríe. Esa persona a la que no saludo pero si vienes tú, lo dejo todo por estar contigo.

Hemos vivido momentos de todo tipo. Supongo que toda una vida, da para mucho ¿no? Llevamos dándonos la tabarra desde que tengo uso de razón. Tú me limpiabas las lágrimas cuando jugábamos al pilla-pilla y me caía. También me has cambiado las lágrimas por sonrisas, cuando algún “jambo”, me ha hecho daño, como dirías tú.  Tú me ofreciste el primer cubata cuando era una niña, tú me dabas la mano para pasar al garito cuando éramos menores y tú, eras quien se quedaba conmigo en la puerta cuando no nos dejaban pasar. Tú eres el q lleva toda la vida llamándome risitas. Tú me besaste con 16 y fuiste mi primer beso allí. Tú eras mi pilar fundamental de allí. Mi amor del pueblo, el de verano, el de semana santa y el del cualquier fin de semana que fuera. Desde entonces empezamos una historia, sin nombre. Pero nuestra. Una historia donde nos hemos puteado, nos hemos hecho daño pero también nos hemos dado momentos mágicos.

Si algo he sabido siempre, es que contigo soy muy débil. Eres eso, mi debilidad. Y me da igual el que venga, de una manera u otra, siempre estás tú. Sé que soy la primera, igual que tú sabes que eres el primero. Aunque nos neguemos a demostrárnoslo. Aunque nos empeñemos en seguir con nuestra vida y no entre el otro en nuestro planes.

La pregunta es… ¿hasta cuándo? no podemos seguir así, y lo sabes. Llevamos toda la vida siendo el perro del hortelano. Y no es vida. El hecho de que nos separen 180 km no va a cambiar, de momento. Igual que no va cambiar tu miedo a que salga mal y lo estropeemos todo. Asique, deja de mirarme con esos ojillos y céntrate. Nos lo ponemos fácil en el sentido de que no mantenemos el contacto cuando no estoy allí, lo acordamos, para olvidarnos. Pues cumplamos la siguiente parte. Así que por favor, deja de mirarme con esos ojillos, y esa sonrisa de pillo, que se me olvida que yo venía a ver a otra persona, que encima hoy estas muy guapo.

Belén Triguero Guijarro





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