domingo, 2 de diciembre de 2018

Cuando estábamos solas

Sé que no he pasado contigo todo el tiempo que debería y sé que no he cuidado de ti todo lo que te hubiera gustado. No te escuché cuando debía y hasta llegué a ignorar el frío que me daban tus caricias. Intentaba escaparme de ti, pasar el tiempo con desconocidos para no cruzarme contigo. Poner música alta. Ruido. Y que así te alejaras. Pero no supe escuchar. No supe hacerlo de otra manera.

Cuando me tropezaba contigo sin querer, te adoraba y te odiaba a la vez. Me encantaba quedarme dormida mirando al techo, hablando contigo, solas. Me encantaba despertarme con la sensación de haber dejado todo correr, que las lágrimas se fueran y que la almohada las atrapara. Pero a la vez lo odiaba. Odié cuando escuchaba música sin tener nada más que hacer, nadie a quien ver y ninguna voz a la que atender.

Pero si ahora me dejaran volver atrás, cambiaría todo solo por verte a ti reflejada en mí. Por verme a mí contigo.

Querida soledad, no sé si me estarás escuchando. No sé ni siquiera si vas a volver a mirarme mientras duerma. Tal vez sea demasiado tarde y te hayas cansado de esperarme. Pero ahora cambiaría todo por haber almacenado esos minutos contigo en un cajón, bien guardados. Ojalá todos esos consejos que me perdí por miedo a estar sola los hayas escrito en algún sitio y me los dejes leer.
Querida soledad, prometo que voy a valorar todos los silencios que me des.

Cada una de las lágrimas que derrame cuando no sepa a quién acudir serán para ti.

Laura Escanes


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