lunes, 31 de diciembre de 2018

FELIZ NOCHEVIEJA Y FELIZ 2019

¿Qué os puedo decir del 2018?

Principalmente que no me he enterado, se me ha pasado volando. Me siento a escribir sobre él y me quedo un poco en blanco, la verdad. Ha sido un año de altibajos, de buscarme, de reconstruirme. He estado "en obras" para mostrar mi mejor versión en el año que llega. Me he encontrado. Faltan por pulir algunas taras, pero qué sería de mí sin mis imperfecciones y defectos, al fin y al cabo, son parte de mi encanto.

El 2018 me ha enseñado que no estoy sola, que pase lo que pase, tengo a un ejército de guerreras luchando por mí, dando sus consejos y su tiempo cuando lo necesito y cuando no. Tengo en quién agarrarme cuando me siento insegura, tengo unos brazos a los que volver cuando las cosas se ponen mal, tengo unos besos que recibir para borrar lágrimas. 

Este año es de cerrar etapas. Mi etapa de estudiante. Aunque no estoy muy segura de ello, los buenos profesores no dejan de estudiar ni cuando se jubilan. Mis oposiciones, que ahí están, y lucharé por ellas como si fueran mi tabla de salvación en este mundo, a veces, de color marrón como diría Estopa. También he aprendido mucho, para eso son los malos momentos. Para aprender. Me han tomado el pelo, y he dejado que me lo tomaran. Me han hecho daño y lo he permitido. Me han tomado por tonta y... Y les han dado por culo (al final aprendemos todos a la fuerza).

Ha sido un año de viajes, de conocer gente, pero también de hacer limpieza de gente tóxica. De abrirme un poco más al mundo. He cumplido 26, supongo que era lo que tocaba. A simple vista, parece otro año más, pero cada año se aprende de todo un poco, cada año se crece, se adquiere experiencia (que no prejuicios, mucha gente lo confunde). Y he aceptado, que la soledad me queda bien y combina con todo, hasta con el brilli brilli. Por todo ello, supongo que el 2018 ha merecido la pena. 

Pero que se prepare el 2019, allá voy, sin frenos, con la armadura puesta, sin que nada ni nadie me corte las alas. Porque yo vuelo. Porque este año tras cerrar muchas ventanas y puertas, me como el mundo. Mi mundo. Al que cuesta entrar, pero... ¿quién sabe? Nada es imposible, ¿no?

FELIZ 2019
PATRICIA IZQUIERDO DÍAZ


domingo, 30 de diciembre de 2018

Ley universal: "Pase lo que te pase en la vida, nunca lo superarás sin tus amigas"

Os voy a contar una historia... 

Todos los que me conocéis sabéis que soy muy de mis amigas, simplemente porque son maravillosas. Y tengo un "imán" para atraer a gente y que me hable, que me cuente su vida, sus conocimientos, en fin. Tendré cara de saber escuchar o de que me gusta mucho una buena conversación. No lo sé. Seguiré dándole vueltas.

El caso, es que hace mucho tiempo, mucho muchísimo... Hice la famosa selectividad, ahora mismo no sé ni cómo se llama, porque cada día le cambian de nombre y le dan la vuelta a toda la Ley de Educación, conocí a Clara. Mi Claruchi. Nos sentaron juntas para examinarnos y no sé qué cara llevaría cuando me dijo en voz baja: "Tranquila, no es para tanto. Es mi segunda vez, te lo digo yo". Simplemente me limité a sonreírla. Me centré en mi examen y continué. A la salida me estaba esperando para preguntarme cómo había ido todo. Más tarde... Me enteré que no sólo me esperaba a mí. El chico que me acompañó a examinarme... pues le hacía tilín (por cierto, el que le acompañaba a ella, también me hacía tilín a mí).

Los exámenes pasaron y nos veíamos por los pasillos. Al final quedamos para el gran botellón que se celebra al finalizar la selectividad. Yo no tenía ni su número, ni forma de contactar con ella... Según estoy escribiendo, me siento antigua, ¿de qué mundo estamos hablando? Ahora mismo, en esa situación, mandaría un WhatsApp y punto. Pero no, yo al menos no lo tenía. 

Ese día, el de la gran fiesta, pedí que me acompañara a ella a una amiga. Ella se sorprendió: "¿Tú en un botellón?" Pues, ¡claro! ¡Teníamos que ir! ¿Coche o Metro? Mi amiga pensó que la Ciudad Universitaria estaría a tope, así que decidimos ir en metro... Cuando las puertas se iban a abrir. Allí aparecieron Clara y su guapo amigo (que era clavado a Fernando Alonso).

Os podéis imaginar la sorpresa de ambas. Podéis llamarlo destino o casualidad. Para mí fueron muchas casualidades en una misma semana. El destino me regaló a Clara. Me la dejó en la puerta de un vagón de metro... y a su amigo también. Si os preguntáis por el amigo, de él no sé nada. Clara tampoco sabe acerca de mi compañero (Clara, que no salimos adelante con los chicos). Pero nos da igual, seis años después estamos aquí celebrando la navidad y la amistad.


Nuestra historia se complicó al irse Clara a estudiar a Lugo. Cada día lucha por ser veterinaria. Y una de las cosas que tenemos en común, es que no sabemos dónde acabaremos, no tenemos un lugar en el futuro. Pero lo bueno es que podemos hacer lo que queramos, porque no dependemos de nadie ni de nada.

Este último año, ella me ha enseñado lo que es luchar en la vida. Es la persona más fuerte que conozco, ha sabido luchar y batallar con príncipes y dragones, y ella sí lo ha podido contar. Hasta ahí os cuento. Salir de aquello, que hoy estés a mi lado, es el mejor de los regalos. Te quiero como nunca he querido a nadie. Y eso lo demostramos con cada abrazo y con cada beso, regalando aquello que jamás recuperaremos... el tiempo, escribiendo nuestra historia, creando recuerdos, sumando momentos. No hay kilómetros que nos separen, porque podemos acercar Lugo y Madrid, podemos hacer que parezcan pueblos vecinos, porque a nosotras no nos asusta la distancia, ni el tiempo, ni los malos, ni los buenos, ni los príncipes, ni los dragones, ni los cuentos.

Patricia Izquierdo Díaz


sábado, 29 de diciembre de 2018

La tuya

Qué bonito el primer beso, las caricias que sabían a adolescencia, la primera vez que hizo el amor, que fue bonita pero ni mucho menos la mejor. Qué ternura dos que desean y todavía no saben cómo. Y, claro, llegaron las primeras decepciones. Tragos amargos y otros de ron. Seguidos de nuevos amores, de nuevas tristezas también. De cambios de sitio. Y ahí está, cualquier noche, mirando un poco hacia atrás. Columpiándose en el parque que está detrás de casa, dándose cuenta de que cuanto más pasa el tiempo, entra también más en la espiral de acostumbrarse a no estar con nadie, a notar que nadie le convence. Que quizá un día sí, y tres no. Que igual seis sí y nueve ya no. Y, por momentos, no es que le duela, es que le gusta. Lo prefiere mil veces a estar por estar con alguien, solo porque el mundo lo marque o lo vea mejor. La mezcla de amargo y dulce.

Maldita dulzura. La tuya. 


Incoherencias

He estado convenciéndome de muchísimas cosas durante este tiempo. Que si amas a alguien no puedes amar a otra persona. Que u odias o amas. Que eres feliz o estás triste. Y todo este tiempo he dudado de la gente que se enamoraba una y otra vez. De la que es feliz, pero llora; de la que llora y sufre, pero es feliz. De los que lo ven todo negro o blanco, sin matices. Reconozco que he dudado hasta de mis propias conclusiones y hasta de mis incoherencias. De los «yo nunca haría eso» y hasta de los «tú me dijiste». Y ahora se me rompen todos los esquemas y las cosas que yo creía tener claras. Ahora me doy cuenta de que no hay límites en el amor, que cuantas más veces te enamores mejor lo harás y aprenderás a querer bien, que no mucho. Por fin entiendo a los que ríen cuando por dentro lloran, intentando encontrar cualquier motivo para salir adelante y luchar. Y ahora me veo reflejada en los que lloran, pero son felices a pesar de todo. A pesar de todos. Que el color negro no es el mismo para ti que para mí, que el blanco puede ser oscuro o claro depende de quién lo mire. Me doy cuenta de que los «yo nunca» siempre fueron una premonición de lo que iba a pasar y que lo que dije puede que no lo pensara, o puede que nunca dijera lo que realmente pensaba. O yo qué sé, tal vez cambié de opinión. Ahora me doy cuenta de que ser incoherente te enseña a ver otras opciones y sobre todo te muestra la verdad. Que las incoherencias nunca fueron un error y que la coherencia está sobrevalorada. Que las incoherencias te acompañen toda tu vida porque quien no cambia nunca de opinión nunca aprende. Y quien nunca aprende no vive.

Laura Escanes



No existe el final

Tengo la manía de leer siempre cuál es la última palabra de los libros. No sé si tú has empezado también por el final. No sé ni siquiera si habrás llegado a la mitad. Pero si estás leyendo esto tengo que decirte algo.

No creo en los finales. Ni en los principios. Si nos ponemos a pensar seguro que todo aquello que queremos, o todo aquello que nos importa, empezó mucho antes de que lo supiéramos. Si intento buscar una fecha, un día o incluso algún momento concreto en el que decidí borrarlo todo y volver a empezar con este libro, no sabría encontrarlo. Y sí, sé que siempre hay un día que te atreves a pronunciarlo y lo dices en voz alta. Y eso lo recordamos como si fuera el principio o el final (depende de cómo se mire). Pero ¿no cuentan las noches que te tiraste pensándolo y debatiendo con tus contradicciones? Hay cosas que merecen más que un día. Por eso no creo.

Pero mucho menos creo en los finales. No existe el final. No existe porque aunque rompas con eso que amabas, siempre habrá algo que te lo recuerde. Da igual el qué. Puede que una canción. Un olor. Un detalle tan pequeño capaz de remover todo para demostrarte que nunca se fue del todo.

Así que si has llegado hasta la última página de este libro, hasta la última letra, tengo que decirte que no es el final. Que esperes. O no. Relee. Busca cosas escondidas. Guárdalo y vuelve a leerlo en un tiempo. Te darás cuenta de que aquello que subrayaste, ahora ya no tiene ningún sentido. Y que cosas que ignoraste, de repente, se convierten en todo lo que llevas dentro.

El final no existe porque siempre encontrarás algo, por muy pequeño que sea, que te hará vivirlo como si fuera nuevo.

Hasta pronto.

Laura Escanes


Cicatrices

Hey. Destápala. Quiero verla. Quiero ver tu cicatriz en el pecho sin que tengas vergüenza, porque no es tu culpa. Quiero ver esas ojeras de la noche que pasaste ayer, sin complejos. Tus uñas rotas. Tu pelo sin lavar. Tu mirada a las seis de la mañana. Tus cicatrices.
Hay cicatrices que te hacen más bonita y más real. Que no hay mujer perfecta sin cicatrices. Esas marcas se convierten en parte de ti. Algunas desaparecerán con el tiempo. Otras aparecerán para quedarse. Incluso hay algunas que están pero nadie las ve. Solo tú. Y estoy segura de que algunas hasta las hubieras querido tener siempre.
Quiero ver las marcas de lo que te has reído todo este tiempo. También las bolsas en los ojos. Los ojos rojos de llorar. Me da igual. Eres preciosa. Incluso esa arruga que te sale cuando frunces el ceño. Eres bonita. Con y sin ellas. Pero sobre todo cuando las enseñas.

Las cicatrices no son más que una prueba que demuestra que has vivido. Intensamente.

Laura Escanes


Detrás de la puerta

Voy a confesarte algo. Escuché gritos. Escuché llantos. Escuché esa despedida. Escuché cómo te suplicaba una oportunidad. Cómo te pedía cada noche un cambio. Por mí. Por nosotros. Escuché tu silencio. Vi tu silencio. Escuché la última puerta que cerraste. A mamá llorar. Escuché cómo me culpabas. Y entonces supe que no eras feliz.

Siempre detrás de la puerta,
pero lo supe.

Laura Escanes


La única verdad

He creído demasiado en lo que escuchaba. Me he creído hasta mentiras sobre mí sin darme cuenta de que la única verdad es la mía. La que yo cuento. La que yo escribo. La que yo soy.
La única verdad es aquella que a veces no contamos por miedo o vergüenza y se queda dentro de nosotros para protegerse del qué dirán. Es esa que intentamos maquillar antes de pronunciarla para que no sea tan ridícula. La que nos libera cuando la escribimos. Y es entonces cuando te arrepientes de no haberla contado antes.
Las mentiras que escucharás sobre ti son muchas. Demasiadas. Son palabras vacías de desconocidos que afirman cosas que jamás has hecho. Ni siquiera pensado. Son esas que nos llenan de prejuicios. Son esas cosas que al leerlas hacen que te sientas culpable de algo que no has hecho. Sintiéndote responsable de algo que no existe. Contando lo contrario. Llamando sí a los noes. Negando lo evidente.

Así que no te justifiques por algo que no hiciste. No pidas perdón. No dejes que esas mentiras ensucien tu verdad.

La única verdad es tuya. Y de nadie más.

Laura Escanes


Palabras azules

La verdad tiene color y es azul. Es ese azul que inspira porque también tiene sonido. Y aroma. El azul huele a mar y sabe a sal. El azul es el color de la inspiración en los momentos débiles. Es el color del perdón en las discusiones. Los «yo también» que acompañan (a veces) a los «te quiero». Es también el color de los sueños que nos atrapan y nos persiguen hasta cumplirlos.

Hay palabras azules que solo son azules para inspirarnos.

Porque el azul del mar inspira.

El azul es la calma.

Laura Escanes


viernes, 28 de diciembre de 2018

En cualquier invierno se esconde un calor hecho a nuestra medida

Ya no nieva. La noche
descansa en la blancura de unas sábanas
con forma de ciudad.
Detrás de la ventana no estoy solo.
Tengo algunos tejados, esquinas luminosas, 
y pasan caminantes
con prisa y muchas bolsas de regalo
en busca de una cena familiar.

A la luz de la noche
parpadea la nieve. Parpadea
la pantalla del móvil. Feliz año,
que tus sueños se cumplan,
justicia para el mundo,
la dirección del banco saluda a sus clientes...
Parpadean mensajes y navegan
con sus breves deseos
en esta religión de la distancia.

Que se acabe la crisis,
república, salud y el amor de los tuyos,
mañana no será lo que Dios quiera,
este año es el nuestro y es valiente,
atreverse a nacer con la que está cayendo,
hoy me acuerdo de ti.

Parpadea la vida, los años parpadean,
las historias, papeles en el viento,
desarraigados árboles que pasan
en el viento que pasa
como pasan las hojas y la nieve.

El náufrago perdido en una isla
procura dar señales con el humo de una hoguera, o arroja
una botella al mar.
En medio de la nada,
mientras las olas llegan como números 
a una orilla electrónica,
también me acerco al mar y envío mis mensajes.

Con la barba crecida
y la camisa rota,
descalzo por la arena de una isla,
súbdito de mi caza, de mis pesca y mi red,
nada digo a los otros
si no es que estoy aquí,
que sigo naufragando en un lugar del mundo
y que marco los días
en el tronco de un árbol,
para que no se olviden,
desarraigados días que pasan con el viento,
con el viento que insiste y que murmura
deberías hablar,
deberías hablar
porque en cualquier invierno
hay color decente
hecho a vuestra medida.

Luis García Montero



Los viejos cascarrabias son tan peligrosos como los jóvenes sin historia

Me gustaba acercarme hasta la lumbre
discreta de sus ojos,
y con ellos me hablaban,
y yo los escuchaba con los míos.
Sus rostros fatigados 
eran la parte viva de la historia,
el recuerdo presente
de una guerra perdida, de un secreto
nacido en las montañas de la literatura,
de poetas amigos o enemigos,
de una casa de amor
legendaria en un tiempo de leyenda.

Al dejarme escuchar
y al dejarme cuidarlos,
al revivir con ellos la historia que heredaba,
mía como la luz y la tiniebla
de la ciudad donde fui niño,
los viejos me enseñaron a creer en los jóvenes.

Por eso aprendo tanto
de maestros nerviosos, cercanos a la vida,
que con su ropa extraña, sus mitos y sus deudas,
hoy se sientan conmigo
al calor de la lumbre.

Luis García Montero



Antes de embarcarse en una ilusión compartida conviene aprender a quedarse solo

Las noches son azules
igual que un mar tranquilo de luz civilizada.
En los balcones altos
ya despunta el limón, y cada timbre mueve
el aire de los huertos en la orilla,
y el naranjo es un ruido de ascensores.
Se ha llenado la casa con la tripulación
de los enamorados en los puertos,
de los que están aquí y en otra barra,
de los que son ausencia, pero vienen de paso 
con su copa y sus ojos a las conversaciones.

Cuando suena la música se levantan las velas,
rompemos las amarras,
y la casa nocturna
navega los tejados de sillas y de voces,
de ventanas que rozan los cometas.

Y no está mal dejarse llevar por el alcohol
más exigente, el sueño más intrépido,
la ilusión compartida
que va de labio en labio
igual que una botella.
Como la confianza en el placer,
sin miedo a las traiciones y a los chulos,
se trata, bien lo sé, de no sentir
la humillación de un vino triste.
Es bello navegar con la marea
de olas que repiten
tu casa es mía
y la mía es tuya.

Pero hay viajes que enseñan
a distinguir los coros de los gritos
y a temer las borrascas que disuelven
las voces personales.
¿Quién eres tú?, pregunta
la luna sobre el agua como un rostro
en medio del naufragio
o cuando suenan himnos
después de una batalla victoriosa.

En un rincón lejano busco entonces
una mesa vacía con una silla sola.
Y en trabajada espera,
recuerdo que las lluvias del domingo
sobre las barcas rotas
me dieron su lección de soledad.
Antes de deshojar las palabras comunes,
necesito la rosa de la noche
que tiembla en mi silencio.

Luis García Montero



Cosas insignificantes

Tienes el poder de hacer que las cosas que crees más insignificantes se conviertan en algo imprescindible para otro. Para aquellos que creen en las cosas pequeñas. En los detalles tontos. En ese gesto que haces sin pensar y sin esperar nada a cambio. Solo porque te apetece. Hay algo dentro de ti que tú no conoces que es capaz de hacer feliz a los que te rodean. Con solo sonreír o enviar una carta. Una canción. Una rosa. Un abrazo en el momento adecuado. Un empujón justo a tiempo. Una llamada a tu madre. A tu abuela. Esas cosas que no piensas se convierten en magia para ellos. La razón para volver a creer y lanzarse otra vez. Para atreverse.

Hagámoslo más. Si tenemos el poder, aprovechémoslo para crear sonrisas. Para que no se rindan. Para que sueñen con lo inalcanzable.

Que al menos yo estaré ahí para hacer cosas (in)significantes.

Laura Escanes


Carta a mi yo del futuro

Querida yo del futuro:

No es la primera carta que te escribo. Y espero que tampoco sea la última. Las cosas van cambiando y nunca sale nada como planeabas. Deberías saberlo ya. Siempre encontrarás excusas para hacer otra cosa y te seguirás olvidando siempre de lo mismo. Escúchate más. A ti. Cuando leas esto, quiero que intentes mirar atrás y recordar cuándo lo escribiste. Qué se pasaba por tu cabeza. Y que no compares. Porque siempre has querido compararte contigo misma. Y sí, eso está muy bien a veces para mejorar. Pero es que tú coges algo y hasta que no lo exprimes del todo no lo sueltas. Y contigo no puedes hacer eso. No te obsesiones y escúchate. Respira. Espero que cuando leas esto no te duelan las mismas cosas que ahora. Espero que hayas cambiado mucho, porque si no será que no aprendiste lo suficiente. Aprender nos hace cambiar. Y los cambios no son malos, recuérdalo. Evoluciona. Equivócate. Ama. Perdona. Besa. Baila. Salta. Grita. Viaja. Eso. No dejes de viajar y de abrir los ojos para observar cada rincón desconocido. Empápate de buenas energías y sigue queriendo la vida como la quieres. No dejes de llamar a mamá. Ni al enano. Insiste en lo que quieres y no te rindas.
Entre tantos consejos no sé si estoy diciendo demasiado. Qué más da. Si luego acabas haciendo lo que te dice el corazón. Sigue haciéndolo. Sigue amando tus decisiones y poniéndole pasión a todos tus pasos. Así nunca fallarás. Y si fallas, será para aprender.

Querida yo del futuro,
repite conmigo:
quiérete.

Laura Escanes


Antes de ti

Antes de ti, estoy yo.

Porque te quiero,
pero yo me quiero antes.

Laura Escanes


miércoles, 26 de diciembre de 2018

Ángeles de la guarda

Siempre habrá alguien que haga fácil lo que parece imposible. Esa persona que te espera cuando aún no has subido el último escalón, pero no para empujarte ni para hacerlo por ti. Sino para ver cómo lo consigues solo. Porque confía en ti. El que acude a tu rescate sin que te haya dado tiempo a avisar a nadie. Porque esa persona está siempre antes de que puedas pedir auxilio. Siempre tendrás esa sensación de mirarla a los ojos y estar convencido de que el destino existe. El destino es capaz de poner en el momento adecuado a alguien en tu camino para que empiece a formar parte de tus planes, de tus aventuras. De las locuras. De las tardes de cine y palomitas. De las fiestas interminables. De las resacas. De los «no deberías haberme dejado ir». De los «ya te lo dije». De los «la has cagado». De los «lo vamos a arreglar, juntos». Y llega un momento. Un instante. En el que te das cuenta de que no es alguien pasajero. Ese alguien es parte de la familia que eliges, pero no recuerdas el momento en el que la elegiste. Ha entrado en el reducido club de esas personas con las que los silencios no son incómodos. Las despedidas dejan de ser despedidas para ser un «hasta luego».

Siempre hay alguien que hace fácil lo difícil.

Amistad es poca palabra.

Mis ángeles de la guarda.

Laura Escanes


Tiempo

No tengo tiempo. Pero no tengo tiempo de verdad. ¿Quién dijo que el tiempo se podía tener? Porque si lo tuviera, lo guardaría en un cajón para ir soltándolo a ratos y aprovechándolo bien. Pero es que el tiempo tampoco se aprovecha. El tiempo no se para, el tiempo no se detiene. El tiempo es eso. Tiempo. Y ya. No lo paras, no rebobinas, no pasa más rápido por estar feliz y tampoco pasa lento por no encontrar la salida. Va a su ritmo y siempre es el mismo. El mismo tempo. La misma ansia. El tiempo es solamente una palabra. Es vida. La evolución y sus cambios. Algunos lo usan para hacer el bien. Y otros hieren. Cada uno con su tiempo, pero el tiempo pasa para todos. A algunos les dura más. Y a otros se les acaba pronto.

Pero el tiempo te enseña.

Laura Escanes


Debilidad


Ayer leí en el Facebook, en una de esas páginas, que cuelgan fotos y ponen frasecitas, que parece que escriben para ti en el momento perfecto y te saltan inesperadamente mientras bajas las novedades “siempre habrá alguien que es y será tu debilidad” e inevitablemente pensé en ti.

¿He dejado de pensar en ti en algún momento de mi vida? Me resulta tan difícil contestar a esa pregunta. Creo que no, de una manera u otra, siempre estás en un rinconcito de mí. Y no me preguntes porque, pero ese rincón es tuyo, tan tuyo que hay veces que es un rincón oscuro, del que no me acuerdo que está ahí. Sin embargo, hay otros momentos, donde brillas. Estas lleno de luz. Y puedes con todo eso que aceche tu rincón. Porque repito, es tuyo.

Que susurraras en mi oído, media adormilado, abrazado a mi “recuérdame porque tú y yo no estamos juntos”  no cambia nada entre nosotros. ¿O sí? La verdad es que no supe que contestarte. Me pillo desprevenida. Pero hoy, ya despejada, sin sueño, sin alcohol recorriendo mis venas, sin tener tus brazos alrededor de mi cintura, puedo pensar con más claridad. Y tampoco tengo respuesta para eso… ni para eso ni para nada que tenga que ver con nosotros.

Muchas veces me han preguntado que eres para mí, que somos… nunca he querido etiquetarte, porque en realidad no somos nada. Solo eres mi debilidad. Esa persona con la que no puedo enfadarme. Esa persona a la que sonrió hasta enfadada si me sonríe. Esa persona a la que no saludo pero si vienes tú, lo dejo todo por estar contigo.

Hemos vivido momentos de todo tipo. Supongo que toda una vida, da para mucho ¿no? Llevamos dándonos la tabarra desde que tengo uso de razón. Tú me limpiabas las lágrimas cuando jugábamos al pilla-pilla y me caía. También me has cambiado las lágrimas por sonrisas, cuando algún “jambo”, me ha hecho daño, como dirías tú.  Tú me ofreciste el primer cubata cuando era una niña, tú me dabas la mano para pasar al garito cuando éramos menores y tú, eras quien se quedaba conmigo en la puerta cuando no nos dejaban pasar. Tú eres el q lleva toda la vida llamándome risitas. Tú me besaste con 16 y fuiste mi primer beso allí. Tú eras mi pilar fundamental de allí. Mi amor del pueblo, el de verano, el de semana santa y el del cualquier fin de semana que fuera. Desde entonces empezamos una historia, sin nombre. Pero nuestra. Una historia donde nos hemos puteado, nos hemos hecho daño pero también nos hemos dado momentos mágicos.

Si algo he sabido siempre, es que contigo soy muy débil. Eres eso, mi debilidad. Y me da igual el que venga, de una manera u otra, siempre estás tú. Sé que soy la primera, igual que tú sabes que eres el primero. Aunque nos neguemos a demostrárnoslo. Aunque nos empeñemos en seguir con nuestra vida y no entre el otro en nuestro planes.

La pregunta es… ¿hasta cuándo? no podemos seguir así, y lo sabes. Llevamos toda la vida siendo el perro del hortelano. Y no es vida. El hecho de que nos separen 180 km no va a cambiar, de momento. Igual que no va cambiar tu miedo a que salga mal y lo estropeemos todo. Asique, deja de mirarme con esos ojillos y céntrate. Nos lo ponemos fácil en el sentido de que no mantenemos el contacto cuando no estoy allí, lo acordamos, para olvidarnos. Pues cumplamos la siguiente parte. Así que por favor, deja de mirarme con esos ojillos, y esa sonrisa de pillo, que se me olvida que yo venía a ver a otra persona, que encima hoy estas muy guapo.

Belén Triguero Guijarro





De las que juegan hasta el final

Hoy hablando con mi primo, he estado reflexionando mucho sobre algo.

Ya no es niño y me ha hecho pensar sobre las relaciones sentimentales. Hablando y hablando, he llegado a la conclusión de cuántas cosas perdemos por el camino intentando salvar algo que no funciona. Pero nos da igual, lo seguimos intentando. ¿Hasta donde se llama "luchar por algo"? ¿Dónde están los límites? El caso es que cuanto más difícil nos ponen las cosas más nos gustan. Es algo incoherente, pero el cerebro y los sentimientos son así. Nunca lo llegaré a entender.

Yo tengo mi batalla perdida. Pero es que ahora mismo sólo me apetece mi batalla perdida. Todo lo demás me parece tan simple, tan sencillo, tan incoloro... Él es él. Yo quiero morir luchando. Quiero lo difícil, quiero trabajarlo, porque la gloria será desmedida y la felicidad máxima. Lo demás todo sobra. Sólo me interesa ese juego, ese partido, esa batalla o esa guerra. El nombre no importa. 

Mi interés es tan grande que no me importa vivir en una montaña rusa. Que las mariposas se me agolpen en la tripa cada vez que me habla. Llorar los días que no sé nada de él. Esperar detalles que no ocurrirán. Desde fuera se puede ver absurdo. Los demás lo pueden ver como quieran. El tema es que los demás me dan igual. Todos y cada uno. Mi cabeza habla, mi corazón siente. Y por una vez están de acuerdo en seguir luchando, pero sin perderme a mí misma en el camino. Dudo esto último, dudo que como he dicho al principio... no pierda algo de mí en el camino. A veces, en las batallas, perdemos la ilusión, las mariposas, la esperanza incluso, y eso que es lo último que perdemos. Pero yo no soy de las que se rinden, soy de las que salen a luchar, de las que apuestan todo, de las que lo dan todo.

Es algo que asusta en una mujer a primera vista. Pero quien consiga a alguien así, debería estar orgulloso de compartir una vida con alguien tan valiente, tan trasparente, tan fuerte y tan guerrera.

Patricia Izquierdo Díaz


domingo, 23 de diciembre de 2018

Para ELLAS

Soy más de quedar, de verse, de abrazarse, de tocarse, besarse. No me gustan las conversaciones tras una pantalla iluminada. Eso no es sano, ni para la vista ni para la amistad.

Hoy quería escribir sobre ELLAS. Desearles lo mejor en estas fiestas y siempre. Desearles lo mejor porque son mis amigas, y porque siempre lo diré: Soy muy afortunada por tenerlas en mi vida. Además, más que nunca, porque ELLAS, son todas mujeres, a las que les insisto en que me escriban al llegar a casa, a las que me moriría si alguien las mirara demás, a las que me sale cuidar y estar ahí cuando lo necesitan y cuando no.

Felices fiestas a Silvia, por haber sido mi apoyo en el cole desde el primer día de prácticas. Eva y Sandra por luchar cada día para que nuestras clases salgan adelante en medio del caos más absoluto y siempre estar ahí para cualquier improvisto. Esther, por muchos más planes culturales y viajes en el 2019, nos queda muchísimos por hacer.

Rocío, nos conocimos en un lugar... "especial". Pero doy mil veces gracias por haberte encontrado y más después del día de hoy. Estoy muy orgullosa de comerme el mundo a tu lado, eso deja claro el tipo de mujer que somos.

Mis chicas de fuera de Madrid: Clara, ¡vuelve ya! En Lugo llueve mucho. Te quiero desde aquella selectividad que nos unió y que no nos han separado ni el tiempo ni los kilómetros. Este año ha sido difícil, pero estaré contigo siempre. Ya lo sabes (nos queda nada para vernos). Mi Noelia, aquí siempre tendrás un huequito donde esconderte esos días que quieras bajarte del mundo. Te adoro.

Bueno, pasamos a mis LANGOSTINAS: Tela para quedar las cuatro, ¡ya nos vale! Espero que tengáis unas felices fiestas. Laura, hasta la luna y de vuelta, siempre, ya lo sabes. Patri, mi bebé, que te acabaré enseñando todo Madrid en el 2019 y posiblemente acabemos viviendo en el Primark, te quiero porque siempre puedo contar contigo. Sandra, nunca me deja de sorprender y siempre para bien, te deseo lo mejor en este año, porque simplemente te lo mereces. Sólo te mereces cosas buenas.

Belén, mi mundo, mi todo, mis brazos que me recogen, mi... "respira, Patri", mi "saldremos juntas de esto". No hace falta que me escuche, una palabra en el WhatsApp y ya sabe qué necesito, si una bronca fuenlabreña o mimitos al estilo Belén. Gracias por ser todo y estar en lo bueno, en lo malo, en lo regular... Te quiero un mundo, amiga. 

Espero no haberme dejado a nadie, pero... A las que os he conocido este año, desearos FELICES FIESTAS, regalar momentos, regalar fotos, regalar encuentros, regalar besos y abrazos... Regalar tiempo. Es el mejor regalo de todos.

Patricia Izquierdo Díaz


sábado, 22 de diciembre de 2018

Felices fiestas, lectores

Todo el que lea mi blog, aquellos que empezaron conmigo desde el principio, desde cuando se llamaba "Diario de una Soñadora" han ido leyendo todas mis tragedias, dramas, comedias... Lo he contado todo. He soñado muchos años con que escribía, con que algún día sería la autora de una novela, y señores... Llevo dos y media. Gracias a cada uno de vosotros. 

Los que me seguís por Facebook, Twitter o por aquí. Por estar ahí siempre. Por estar leyendo mis letras desordenadas, mis momentos en blanco, por saber apreciar el trabajo que supone hacer realidad un sueño por una misma.

Gracias a mi editor, el culpable de poner mi blog patas arriba, cambiar el nombre, elegir las fotos, darme recomendaciones, corregir todo constantemente... Gracias a ti querido, Peter Pan (vamos a mantener el anonimato siempre). Y gracias por poner mi vida patas arriba también durante cinco años. Los mejores de mi vida. Y por estar conmigo siempre. Actualmente también. Eres mi ángel de la guarda. (Para que luego digan que después de una ruptura se acaba el mundo. Pues aquí estamos nosotros, para demostrar a todos, que entre tú yo, ese mundo nos lo comemos).

Gracias también a mis amigas y compañeras que quisieron leer esas novelas, a mis amigos que se prestaron para ser el protagonista de ellas. A todos los que me ayudar a seguir escribiendo solo porque me hace feliz.

Todo empezó por una terapia con mi psicóloga. Me dijo que tenía que abrirme al mundo, dejar de tener miedo a que me hagan daño, a exponer lo que pienso... Hay una cosa que llevo a rajatabla, y es expresar lo que siento, incluso con demasiada sinceridad. Trabajaremos en ello, ¿no, Marta?

Escuché atentamente cuando me dijiste que la vía de escape de cada persona era distinta. Unos corrían, otros cantaban, otros paseaban por la playa, otros tomaban café entre amigos o junto a su perro, otros escribían, incluso otros lloraban... Hay tantas vías de escape como personas... Probé muchas, probé el boxeo, el baile, la bici, correr... Pero soy demasiado patosa para los deportes y eso hacia que me frustrara más. 

Empecé a escribir, empecé a leerme a mí misma. Empecé a hablar con la gente y descubrí que mis problemas también los tenían otras personas, que no hay mejor terapia que un café con alguien, que las redes sociales están sobrevaloradas... Y descubrí que tengo las mejores amigas del mundo. Más adelante, os hablaré de ellas. Tengo muchas ganas, porque ya os digo que son las mejores.

Una vez más, gracias por estar ahí. Gracias por otro año leyendo mis entradas. Gracias también a Belén Triguero por haberte incorporado al grupo de los escritores por vocación. Mil veces gracias.

Felices Fiestas


Delirios de un corazón roto