miércoles, 10 de julio de 2019

Calle libertad

Siempre supe que en esta calle me esperaban otras vidas.
Amores extraterrestres, historias de otra categoría, noches imborrables al abrigo de canciones eternas.

Es una calle sin mar
donde la noche siempre es mentira,
donde no existen relojes,
donde el destino es un caos imparable,
donde me siento extrañamente feliz.

Es una calle que se puso de nuestra parte, en el fondo de aquel bar, con tus manos tan leves, y mi mirada buscando tus labios.

Esa noche acabamos bajo las mismas sábanas, y en la penumbra de nuestras caricias tu pelo tenía olor a viento y mis dedos tendiendo a infinito.

Queríamos ir despacio,
pero gastamos la imprudencia
de saltar todos los procedimientos.

Han pasados semanas, meses y años y ahora solo eres un leve recuerdo.

Como en todas las mejores historias,
lo nuestro (que nunca llegó a ser)
también acabó
con un final inesperado,
yo sin ganas de un hasta luego
y tú pidiendo tiempo.
Tiempo
que se convirtió en olvido.

Ahora recuerdo la frase de aquel poema: «Una mujer es como un reloj de arena».

Diego Ojeda

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