Anda, anocheció ayer. Podría coger el autobús, pero esta vez prefiere volver andando. Así pasará por algún escaparate para comprar un vestido que quizá nunca se ponga. Estaría bien que alguien la estuviera esperando en la puerta, pero ciertamente si se para a pensar, ni recuerda cuando fue la última vez que le gustó alguien de verdad. Gustar de morirte de ganas de algo. Cuatro babosillos de noche, algún interesado, pero sin más.
¿Qué cenar esta noche? Algo ligero estaría bien. Pero termina poniendo una cuatro quesos en el horno. En las comidas familiares siempre le preguntan qué tal de novios. Qué algún día querrán ver un pequeñín correteando por la casa.
«Que sí, mamá...».
Y sus amigas... ¡bah!, todas muy contentas y emparejadas. Bueno en realidad emparejadas todas. Lo de contentas ya es otra cosa. Claro, es lo que tiene la intuición y ser la soltera a la que le cuentan todo.
Los sábados son cada vez más de vino y libro que de copa y tacón. Algunas veces salir a cenar. Las últimas veces que aceptó una cita, parecía gente interesante, pero todo demasiado recto para su línea tan torcida. No necesita que le digan a todo que sí. Ni grandes lujos. Prefiere volver a casa sin que la dejen en el portal para un beso sin sentido. Una peli descargada en screener. Y mañana más...
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