Siempre dicen que cuando creces empiezas a tener las cosas más claras. En realidad es justo al revés, más oscuro parece todo. Bueno, quizá no más oscuro pero todo está más revuelto todavía. Que no te entiendes ni a ti mismo.
Que deja de ser importante estar solo un 14 de febrero comparado con estarlo todo el año. Pasa a ser un día más donde el mundo se recuerda que se quiere (por si lo había olvidado) o, simplemente, se acuerda de que tiene que quererse. O que eso debe de creer el resto. Que en los tiempos que corren el amor es más aparentar que disfrutar.
Eso sí, hay cosas que no cambian, sería capaz de decirte que fumo (aunque no) solo porque me dieras fuego o me quemaras con el tuyo. Que me hablaras, en definitiva.
Y no te diré lo de «haz el amor y no la guerra» porque no hay guerra más dura que la de dormir sin ti un día de noviembre.
Y no sé, con suerte vendrás a verme en diciembre. Y tomaremos café.
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