El primer beso, una despedida agridulce, aquel nuevo hogar, un reencuentro inesperado... La vida está llena de emociones y todas ellas guardan el recuerdo de una calle. Calles de nuestra ciudad. Esas por las que no te cansas de pasar o por las que pasas al cabo de varios años y despiertan en ti numerosos sentimientos.
A veces no es suficiente con mudarse de ciudad. Uno siempre vuelve a su origen y es inevitable sentir. Y si no vuelves... si no vuelves construyes recuerdos en otro lugar.
Esas noches en las que te acuestas eufórico pensando en esa chica, su sonrisa y el olor de su habitación en la calle Placer.
Aquella mañana que la resaca no le curaba ni el mejor remedio de la botica de la abuela y las tardes de manta y sofá sin ganas de nada con tu ex bombardeando tu móvil.
Perderse caminando entre la gente o buscar la tranquilidad en la calle menos transitada.
Seguramente tú has vivido miles de historias similares a estas y lo más irónico es que tal vez algunas se entrelazan.
Que en ese lugar donde tú sentías que tocabas el cielo, tal vez alguien vivía su propio infierno y esa chica con la que te metiste luego te dio calabazas. Bien lo explica José al inicio de este libro, que cada persona tiene su propia historia y cada calle forma parte de esta.
Yo me quedo con la calle Urzaiz a las 3 a. m. de un jueves cualquiera, ¿y tú?
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