—ELLA salta de cama en cama buscando algo parecido. ÉL cada vez que mira a la parte trasera de su coche, recuerda cómo se regalaban la vida.
—A ELLA le dieron las diez y las once, las doce y no olvidaba sus besos. A ÉL ni quinientas noches le fueron suficientes para aprender a olvidarla.
—ELLA era unas ojeras con nombre y apellidos. ÉL unos silencios con una mirada en el recuerdo. Y nada llena esa eterna pena.
—ELLA se mordió el labio para no llorar y le dijo «adiós». ÉL la sigue encontrando cada noche, en cada sueño. Y no dejan de echarse de menos.
—Mirando el mar, ELLA le dijo: «¿No te parece una maravilla este paisaje?».
ÉL la miró de arriba a abajo, y sonrió:
—Sí, lo eres.
—Se vieron dos veces. ELLA sonreía siempre. Tímida. ÉL a ratos. Decidieron bajar el telón. Con la sensación de poder darse la vida por momentos.
—No sabían si por ÉL o por ELLA, pero siempre tenían la cama sin hacer. Y mejor.
—ELLA se muere de ganas de hablarle. EL se muere de ganas de escribirle. Y ninguno lo hace. Y se recuerdan en vidas paralelas.
—ÉL dejó de buscarla cada día. ELLA dejó de esperarle cada noche. Y se hundieron los dos entre tanta nada.
—ELLA lo esperaba bajo su portal, con el paraguas cerrado. ÉL era demasiada lluvia. Y ya hacía mucho que no
eran tormenta juntos...
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