lunes, 8 de julio de 2019

Ritmo frenético

Las agujas avanzan despacio cuando su destino son tus ojos.
Espero sentado frente al Congreso y los leones, prominentes, me miran con envidia.
Soy un niño impaciente ante el postre de tu abrazo.
Miro el reloj cada veintisiete segundos y observo, mi mirada recorre y mi imaginación vuela.
El ritmo es frenético, vertiginoso, escandaloso...
Una mujer distraída camina intentando desenmascarar a sus preocupaciones.
Un niño va de la mano de su madre y se siente seguro y asustado a la vez;
está en casa pero no.
Una adolescente de pelo y pendientes dorados deambula asustada,
espera una nueva vida y su temor es tan grande como la distancia entre las comisuras de tu sonrisa.
Una anciana espera en el paso de peatones,
Un hombre la mira, la agarra del brazo y la invita a cruzar con él,
es un caballero sin corcel en pleno centro de Madrid.
Lo que no sabe es que su marido no recuerda su nombre,
pero sí su voz y sus manos, por eso no la espera pero se sobresalta ante su, siempre, inesperada llegada
con una mirada inocente y llena de amor.
El ritmo es frenético, vertiginoso, escandaloso.
Un chico me cuenta con su fugaz mirada que ha conocido a una mujer,
tiene miedo porque es especial.
Teme quedarse cerca por si en su estancia en el vagón del compromiso pierde otros trenes, otras caderas.
Teme no encontrar el vagón en el que quedarse a vivir... Teme tener que volver a rescatar su corazón derretido del infierno.
El ritmo es frenético, vertiginoso, escandaloso, incluso me agobia, la gente trota, corre, vuela, hace deporte sin darse ni cuenta, trota, corre, vuela, sudor, ahogo, ansiedad.
El semáforo se pone verde, rojo, verde, rojo, verde, rojo, verde, rojo, verde, rojo,
el ritmo es frenético, vertiginoso, escandaloso...
Pero entonces... llegas tú.
El tiempo se para...
Y mi mundo con él.

Carlos Otto


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