sábado, 6 de junio de 2020

¿Chino?

Nos montamos en el coche. Hace más de tres meses que no veo Madrid. Y me parece más bonito que nunca. El sol se está escondiendo y la gente sale a pasear. Madrid, la ciudad con más vida hasta en tiempo de pandemias. Y llegamos a Gran Vía. Podría decir que es mi calle favorita en el mundo. Veo al portero vestido con su uniforme y su mascarilla saludar a Peter Pan. Todo me parece extraño, todo me parece de cuento. Estamos volviendo a vivir, a la normalidad. Y aquí, en esta nueva vida... me tienes de la mano.

Esperamos el ascensor en silencio, pero estoy incómoda, en el coche estaba distraída mirando todo como una niña pequeña. Pero una vez dentro del edificio... Empiezo a ser consciente de quien me acompaña. El señor que levanta tantas pasiones entre mis amigas, al que quiero y adoro y que llevo tantos meses sin verle. Le miro de reojo y me río. No puedo evitarlo.

- ¿Qué? - me sonríe.

- Nada - Y me río más.

- Ya empezamos. ¡Qué cruz, señor! - Y sonríe mirándose los pies.

- Estás muy guapo - Así soy yo, soltando lo que pienso sin pensar (válgase la redundancia). 

Entramos en el ascensor y empiezo a sentir calor. ¿Qué tendrán los ascensores? Y veo que pulsa el botón de la planta del infinito al cuadrado. Y allá vamos. Entramos en casa. Perdón, en su casa. Esa casa ya no me pertenece y siento un cosquilleo en la tripa. Demasiados recuerdos, pero ya no duelen. Ni molestan, estoy contenta, estoy feliz. 

- Oye, guaperas, ¿qué haces en Madrid en plena Fase 1? En teoría no podrías estar... ¿Cierto? - le pregunto mientras señalo el sillón pidiendo permiso para sentarme. Él asiente mientras se quita la chaqueta y la deja en el perchero.

- Tenemos revisión con mi madre, ya sabes... - cierto. Ya sé, tema peliagudo.

- ¿Está mejor? - pregunto sin ahondar en el tema. Y asiente sin mucho entusiasmo. Bien. Entendido. Cerramos tema.

- Y... ¿Qué tal la cuarentena? - Segundo intento de conversación.

- Han pasado cosas... - Entiendo... Y al pensar en esta palabra mi querida Belén aparece en mi mente como si fuera Eduardo Punset, con sus gafas y anotaciones - Estamos en un tiempo.

- ¿Qué? - Me he perdido en la conversación.

- Ella y yo. Estamos en un tiempo - me contesta.

Estupendo y llamamos a la ex, para... ¡Hombres! Hasta Peter Pan es igual en esto. ¿Y qué quieres que haga yo? ¡Pues vale! Es más, nunca me gustó y se veía venir. A ver, Patri, cuenta hasta cien, respira ¡y gestiona!

- Vaya... - Sí, perfecta respuesta, ¿eh? - ¿Tú estás bien? - Esa soy yo intentando salvar la cagada... y la situación. Y asiente... Entiendo... (Belén, toma nota, porque yo no entiendo nada) - ¿Quieres hablarlo? - Esta sí soy yo. ¡Me acabo de encontrar!

- Pati, la distancia... Enfría todo, y más si tienes una persona en la cabeza que no se va ni con agua caliente.

- Entiendo... - No habla de mí. No preocuparse - Si... Hablas de mí, yo estoy bien...

- ¡No me jodas Pati! Vivir esta situación en tu casa, no me lo puedo ni imaginar, el pollito, que sinceramente, te felicito por mandarle al gallinero con huevo y todo, pero... ¡Viste al motero! Y sé cómo te puede afectar eso... Además, sin trabajar, sin poder salir de ahí... Tu salud, que... Si me quedo en lo que veo, dentro de poco te van a confundir con los niños de África. ¡Son muchas cosas! - termina alterado.

- Y aún así, estoy bien - tengo a las chicas, tengo a mi gente...

- ¿Al chico del cole? - me pregunta.

- No, a él no - digo secamente porque este tema se queda zanjado aquí. No hay más. Y fin. ¡Y fin! - Respira, porque por mi no te tienes que preocupar. Tienes más problemas, cariño - le digo mientras me acerco a él en el sofá y me siento en la alfombra. Siempre termino sentada en el suelo.

- Tú eres mi vida... - me suelta sin mirarme - Lo bueno, lo malo y lo regular. Y es eso lo que me pasa. Y no voy a poder estar con nadie si siento esto por ti. Y creo que me puedes comprender bien, porque es lo que sientes tú por el motero, ¿es así? - me pregunta.

- Ya no estoy tan mal... Te lo prometo. Cuando le vi, pensaba que volvería a estar como hace unos meses atrás, y ese mismo día, como la masoca que soy, abrí todas las carpetas del año 2019, incluida la de Lisboa - y veo que me mira atentamente - No sentí nada de pena. Vi a Samu, y pensé, ¡qué guapo es! Me vi a mi, y dije, ¡joder, cómo he mejorado! Y qué bonito fue ese viaje... Y qué pena que hayan acabado las cosas como acabaron. Pero, Alex, no había pena. No hubo lágrimas... No había dolor... Y eso, es estar mejor. Escúchame - le digo mientras le acaricio la cara - Samu, es historia. No le voy a olvidar nunca. Ni creo que lo vaya a superar, pero sé convivir con su recuerdo, y estoy lista para empezar de cero con alguien. Y el responsable de este cambio, ha sido mi compañero del cole, volviéndome a ilusionar. Él me ha curado... Me ha roto, otra vez, pero me ha curado. Él solo es un pequeño raspón en una piel llena de cicatrices y durezas... Una ya no se convierte en mil pedazos tan fácilmente. La experiencia es un grado... Estoy bien, te lo prometo.

- Te lo digo siempre. Eres increíble. No dejas de sorprenderme. Eres la persona más fuerte que he conocido en mi vida. No sé cómo lo haces, para superar tantos obstáculos, Pati, sin perder la calma... - me responde.

- La pierdo, créeme. Pregunta a Belén, ella te va a decir cómo gestiono mis asuntos - y me río pensando en ella.

- ¿Quieres cenar... chino? - me mira de reojo.

- Tú sí que sabes gestionarme... ¡Chino! ¡Por supuesto!

Patri Izquierdo Díaz




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