Siempre he querido pensar que soy duro. Alguien que bueno, se viene abajo de vez en cuando, pero que siempre se levanta. El problema es que, como todos, sufro una guerra que no se puede ganar: la del amor. No sé cómo combatir en ella. Me siento incómodo cuando mi estado de ánimo depende de otra persona. Aunque me haga feliz, porque al mismo tiempo me hace sentir frágil, indefenso y diminuto. Quizá esculpa de tanto fracaso y tanta decepción, o que quizás simplemente soy un cobarde, pero cuanto más feliz me hace sentir alguien, más pienso en el batacazo que me pueda dar si sale mal. Seré que con el paso de los años es más difícil actuar sin pensar. No los sé. Al igual que tampoco sé bien por qué sigo intentándolo cuando aparece alguien, si sé que lo paso tan mal.
Quizás es porque el amor se resume en alguien que aparece cuando menos quieres y que te hace sentir que hay que volver a intentarlo, dando igual todo lo anterior a esa persona.
Sí, quizás eso lo explicaría todo.
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