No compitas.
No te compares.
No te fijes en lo demás.
Cuando quieres conseguir algo, digamos que marcas un camino entre donde estás y donde quieres estar. Y, ¿te cuento un secreto? En ese camino va a haber siempre alguien por delante de ti. Alguien que empezó antes, alguien que es más rápido, alguien que es más listo... Precisamente por eso, si hay una guerra que no se puede ganar, es la de las comparaciones.
Además, para conseguir las cosas más importantes necesitas el 100% de tu atención. Y si te dedicas a mirar al resto, si les declaras como rivales y te distraes con lo que hacen o dejan de hacer, siempre vas a acabar frustrado porque alguien te va ganando. Y por paliza. Siempre.
Un día me contaron que "las comparaciones siempre son odiosas". Yo, con los años, he aprendido que es una verdad a medias, porque no hace mucho descubrí que hay un rival con el que te puedes comparar y al que siempre debes ganar: tu "yo de ayer". Ese que te empuje a ser "hoy mejor que ayer, y mañana mejor que hoy". Lento o rápido, pero sin parar de avanzar. Un día, y otro y otro más. Semana a semana y mes a mes.
Insisto, no te compares... con el resto. Eso sí, a tu "yo de ayer..." a ese hazle morder el polvo.
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