domingo, 14 de junio de 2020

La talla 34

¿Será que es domingo? No, llevo así toda la semana. Perdida. No me apetece hablar con nadie. No voy a decir que todos me caigan mal, pero es como... Que no estoy para nadie. Encerrada totalmente en mí. Nada de lo que estoy haciendo me llena. Nadie me llena. Nadie es capaz de quitarme el peso que llevo durante toda esta semana. Nadie se ha dado cuenta de lo cansada que estoy. Me duele la cabeza todos los días, las pesadillas no cesan, vivo con miedos del pasado, taquicardias, me falta el aire para volver a respirar. Se me olvidó ser feliz, agarrarme a los pequeños momentos que me hacen bien.

El trabajo se acaba en un mes. No sé qué será de mí para entonces. Los problemas económicos me comen, el trabajo, el que nada salga bien, el no avanzar a la velocidad que yo quiero, estar atrapada en un cuerpo que tampoco quiero. Me exijo, me machaco cada día unas tres horas de entrenamiento, el día que no puedo, me siento una mierda y me miro al espejo en silencio, incluso hay días que ni siquiera me miro, ¿para qué?

El informe que tuve que realizar durante la charla psicológica que recibimos durante un curso ha removido en mí ciertos temas que estaban en el cajón de la mierda, el último de todo mi armario, aquel que nunca se abre, porque está demasiado bajo, y la espalda duele de tanto peso que llevo. Los vómitos vuelven. Las pocas ganas de no hacer nada... La cuarentena me ha afectado mucho más de lo que creía. Estoy un gran salón gritando a pleno pulmón que alguien me ayude, y lo único que recibo de vuelta es el sonido de mi eco. Claro, que tampoco se lo he expuesto a mis amigos. Nadie sabe de la incomodidad que llevo dentro, como si me hubiera metido en la talla 34. Me asfixio. 


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