Admiro a mi hermano mayor, mi único hermano. De hecho, siempre lo he admirado, desde pequeño. Y con el paso de los años lo voy admirando cada vez más.
Mi hermano es como una mezcla de padre y mejor amigo. Soy como soy gracias a él, a sus consejos y a la influencia que ha ejercido en mí. De hecho, pienso que, si yo hubiese sido hijo único, hoy sería una versión mucho más mediocre de mí. Me ha protegido cuando lo he necesitado. Me ha metido caña cuando me hacía falta. En todas las facetas de mi vida siempre me ha exigido más y más -cosas que hace años me enfadaba y que hoy sé que era para que aprendiese a no conformarme-. No recuerdo un momento de mi vida en el que no haya estado ahí para lo que necesitase. Me ha inculcado valores, me ha enseñado a trabajar duro y, siempre, primero con sus palabras y luego predicando con el ejemplo, me ha dado lecciones que no voy a olvidar jamás.
El vínculo que tengo con mi hermano es algo muy grande. Quizás lo más grande que tengo. Y estoy seguro de que vamos a estar siempre juntos. Para todo. Hasta infinito.
La gente vendrá y se irá de nuestras vidas, nuestros padres, pos desgracia, algún día nos dejarán solos, pero nosotros vamos a permanecer juntos toda la vida. Y no va a ser por destino, va a ser por querernos.
No te lo digo mucho -diría que casi nunca-, pero te quiero.
Lo puedo gritar a los cuatro vientos tranquilamente, puesto que es mi verdad más absoluta.
Te quiero más que a cualquier otra persona en el mundo, hermanito.
Fran López Castillo
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