Llegaste cuando menos te esperaba. Llegaste y tiraste abajo todos los muros que tanto tiempo me habían llevado levantar a mi alrededor.
Llegaste y arrasaste con todo en el poco tiempo que te quedaste conmigo.
Llegaste y me hiciste descubrir facetas mías que ni siquiera yo sabía que existían, porque a tu lado descubrí lo que era ser mejor persona, aprender, crecer.
Llegaste y me sorprendí a mí misma riendo con tu cara de niño inocente, con ese aire de niño perdido que siempre me inspiró ternura y ganas de protegerte.
Llegaste y lo pusiste todo patas arriba, y me encontré dispuesta a abrirle la puerta de mi vida a una persona por primera vez en mucho tiempo. Llegaste y me descubrí a a mí misma adecentando un poco mi yo interno porque hacia mucho tiempo que nadie se preocupaba por mirar en mi interior.
Llegaste y de pronto el mundo me parecía un mundo más amable, llegaste y de repente todo era más sencillo. Tenía más luz, incluso yo tenía más luz.
Pero, desgraciadamente, hay cosas que no pueden ser. Y decidiste marcharte igual que habías llegado, casi sin aviso. Y con tu partida llegó tu ultima lección, y seguramente la más importante.
Me enseñaste que cuando empiezas a soltar, la mochila se hace menos pesada, a entender que todo pasa por algo y que cada hoja del calendario no es una más, es única y hay que saber aprovecharla al máximo. Que quien se queda a tu lado sin ataduras es porque debe estar ahí, a tu lado. Y quien no, al final te enseñó algo, porque de todo se aprende, haya sido bueno o malo.
Que hay cosas que no pueden ser por decisión nuestra, por decisión suya o porque los planes se torcieron a mitad de camino. Y se quedan en eso : cosas que no pueden ser.
Y donde digo cosas digo personas, y tú amigo, eres el primero de esta lista eres tú.
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