Tu ombligo siempre me pareció el epicentro del mundo. Desde allí puedo otear todo el universo.
El de tus labios que se muerden de placer. El de tus ojos que acompañan mis ganas.
Las venas de tu cuerpo que se marcan cuando estás excitada.
El temblor del lunar que vive cerca de tu clavícula.
La dureza de tus pezones al notar mi boca cerca.
La autopista de tus piernas por el paso para adherentes.
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