Entonces encontré la calma. Y aunque no os lo creáis, es más fuerte que un huracán. Pero no asola a su paso; algunos días, parece. Aunque eso si, siempre te sopla cuando te tambaleas.
No se calma, pero tampoco se va. Es algo que hace que quieras que sus ganas nunca desaparezcan y sus manos nunca dejen de agarrar las tuyas. Su manera es de verdad; sus miedos, unos malditos gamberros.
Pienso demasiado, pero al final termina estando todo claro. Y si tienes ganas, allí iremos. O simplemente estaremos sin hacer nada. Y correremos las cortinas las que hagan juego. Habrá risa, habrá silencio. Habrá seguro mucha comida a domicilio.
Estamos vivos, siempre aprendiendo.
Ojalá la Gran Vía iluminada en tu boca, basada en hechos reales.
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