Cuando me enteré de que ibas a nacer me sentí un poco raro. Estaba acostumbrado a estar en casa con papá y mamá. Vamos, el pequeño rey de la casa. Recuerdo que todo el mundo se puso muy contento. También me acuerdo de que mamá me dijo que cuando tú llegaras tenía que portarme mejor y no hacer ruido. Y lo cumplí. Yo más tímido que ahora, menudos recuerdos.
Iba por la casa intentando pisar flojito. Y fuiste creciendo. Tan diferentes, la vedad. Pero reconozco que te quiero. Que nunca permitiría que te pasara nada. Y que me quedaría sin el último yogur para que te lo comieras tú.
Nos hemos peleado un montón, más entre risas que otra cosa. Hemos pasado de estar cuatro horas hablando a gritarnos. Y viceversa.
Y ahora me siento aquí, delante de este papel en blanco y me doy cuenta de cuánto hemos crecido. Que voy para mayor. Que nos vemos menos que antes. Pero que siempre te querré, hermano.
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