No conozco un dolor
que no merezca ser compadecido.
Ningún silencio reina
sin temer el momento de romperse
No hay poderes injustos
que sepan controlar la rebeldía
tejida por sus sombras.
Salgo a la calle, leo los periódicos
navego el mar de leva que mueve las noticias
observo las coronas, las órdenes exactas,
los palcos de la fiesta,
es exactas
lejanamente oigo
la voz de los discursos
Después de las llamadas de teléfono,
de los barcos hundidos,
del pescado sin sal
y de los comentarios,
son estas las razones de que siga en política.
El mundo es triste y duele
y no existe un dolor
que no merezca ser compadecido.
El reino del silencio
a veces se ha llenado de música en dos ojos,
en una libertad provisional
o en una historia de las que me cuentan.
Y la sombra alargada del poder
esconde limoneros, dignidad.
documentos alegres que resisten
y lágrimas de menta para la despedida.
Por eso sé que las revoluciones
son un asunto propio
como ropa que duerme a los pies de la cama.
Luis García Montero
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