Cuando me conociste, llevaba una mochila invisible de miedos. De tamaño enorme. XXL. Como si fuera a usarla para el Camino de Santiago.
Incluso con saco de dormir, para las noches en las que todo pesa un poco más. Con la esterilla, para que las piedras del suelo se tropezaran un poco menos.
Me pediste que me la quitara un momento. Agarraste un asa y me diste otra. Y empezamos a andar.
"Este camino lo vamos a recorrer juntos", Y sonreíste.
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