Supongo que esta carta es la que nos hace falta, Pati.
Una despedida de verdad, sincera, como la que nunca hemos tenido. Como la que nunca he podido escribirte porque dentro de mi, siempre he esperado que hubiese una última oportunidad. Una última vez. Y pensé que ese viernes te reconquistaría. Ese viernes, fue uno de los peores días de mi vida. Ver tan rota a la mujer que amas, por los miles de problema que siempre la acompañan, me rompió a mí en mil pedazos. La hubiera quitado ese dolor, a besos, a abrazos, quedándomelo todo yo. Y es que nadie se atrevería a hablar de amor, si no ha sentido lo que duele, lo que emociona, lo que es estar en una montaña rusa. Además, me enamoré de ella, precisamente porque me hizo adicto a esa adrenalina que me provocaba. Es la única que me ha hecho odiarla por quererla tanto.
Ese viernes, me desarmé. El pasado voló, y solo quise ser su tabla de salvación. Pero también entiendo que para ella, volver a esa casa que narra cada día nuestra historia, tuvo que ser duro. No entiendo su huida, eso es verdad. No llego a comprenderla porque ella para mi es mi hogar. Con ella vivo, respiro, amanezco, soy feliz sin rozarla, solo escuchándola respirar mientras dormía. ¡Qué vueltas da! Y como se la enreda el pelo dejando una imagen tan tierna que necesito agarrarme el corazón. La amo. Y no puedo evitarlo. Es una lucha constante conmigo mismo. No quiero pensar que otros la tocan. Otros que solo buscan protagonismo en su vida y fingen ser sus amigos. Ella va de diva, pero cuando da cabida a alguien en su corazón, lo da absolutamente todo y no ve más allá. Eso sí, si la decepcionas... Si la decepcionas ella se echa la culpa de esa decepción como pasó hace poco con alguien que la dejó de hablar. Ella se empeña en que son amigos, nadie es amigo en tampoco tiempo. Nadie, Pati, nadie va a cuidarte como yo.
No voy a mencionar al otro que ha querido ocupar mi sitio muchos años. Y te digo más, no has podido, ni podrás.
Hoy es un día muy triste. Me obligas a dejarte ir. No quiero. No puedo. Debo, y sé que tengo a alguien esperando a que yo por fin de el cien por cien de lo que soy. Pero hay algo en mí que me impide abandonarte. Sentarme a leer tu blog, a ver tu Instagram y darme cuenta de todos los detalles, de cómo has bajado de peso porque un idiota te cambió por otra. Te aseguro que se arrepentirá toda la vida si es tan listo como cuentan. Pero yo creo que no lo fue. Le viniste grande, como nos pasa a todos. Da miedo estar contigo, pero con el tiempo se vuelve adictivo. Eres como un huracán, impones, te ríes hasta de ti misma y pareces una diva fría que pasa absolutamente de todo y de todos. Nadie se percata de que eso es una muralla. Más grande que la Gran Muralla China, y más fuerte que lo fue el muro de Berlín, pero como éste, a veces también se derrumba, y sacas a la niña que llevas dentro, a la que reclama abrazos y besos, noches de locura y amor. Porque eres de extremos, de blanco y negro (como una de nuestras canciones), de sexo y amor, de discusiones que dan miedo y de perdones que te asaltan el alma. Hay que saber estar ahí, hay que saber llevar esos miedos que tienes y que tanto daño te hacen. Eres tu peor enemiga, Pati, ojalá pudiera prestarte mis ojos para que te vieras como eres en realidad. Eres complicada, porque te ha tocado vivir una vida que no mereces. Que te hunde cuando estás empezando a volar. Pero como ya dije en otro escrito... Eres de las que se levantan llorando y sigue luchando. Nada puede contigo y eso es algo envidiable. Te admiro en todos los sentidos. Luchadora hasta decir basta. Una guerrera que no le teme a nada ni a nadie. Bueno, sólo a una cosa. Le temes al amor, Pati, al amor que es lo que mueve el mundo. Amas a tus amigas, amas a tu familia porque sino no tiene sentido tu lucha por y para ellos. Eres una persona llena de amor para dar, y tú sin embargo lo rechazas, como rechazas mis caricias, mis besos, como rechazas el apoyo porque a veces te crees invencible. Llora, Pati, llora, apóyate en los que te quieren, porque te aseguro que te quieren. El que está a tu lado, conoce el amor contigo. También la paciencia, pero van unidos.
Estaré contigo siempre. Porque yo no dicto las órdenes de mi corazón. Olvidarte es misión imposible. No eras nada de lo que buscaba y mírame, llorando por las esquinas por ti. Porque se va mi vida, y no va a volver. ¿Te acuerdas cuando nos conocimos? En el despacho. Me ha costado años que me reconocieras que fue amor a primera vista. Me has costado muchos disgustos. La cena por San Valentín que me había trabajado durante todo el día. Miles de flores que mirabas con miedo como si alguna de ellas te fuera a morder. Me has costado la vida, porque te la di, y te la llevas contigo.
Siento haberte presionado, siento haberte exigido más citas, más tiempo del que merecía, siento haberte planificado tu vida desde el día en que accediste a salir conmigo. ¡Vaya día! Eres lo peor para los momentos mágicos. Pero es algo que me vuelve loco de ti. Esos momentos en los que te sientes insegura, en los que te sientes en una encerrona e intentas salir como puedes. Me gusta tu cara de desconcierto, de estar pensando en todos los planes que tenías para nosotros. Me gusta el punto de locura que dabas a mi vida. Me enseñaste a vivir. A disfrutar de Madrid, del chocolate con churros, del campo, de la playa... Das un toque especial a cualquier plan. Y no es que esté enamorado. Es que eres especial, iluminas a quien se te acerca. También recuerdo el día que te pedí que te casaras conmigo. Te faltó echar a correr y llamarme de todo. Tú y tu genio. No sé. Me siento ante estas teclas y podría contar tantos momentos que tuve y que ahora echaré tanto de menos. Tú y tus conciertos cuando pensabas que nadie te escuchaba. Cuando pensabas que nadie te veía. La música es tu medicina. Echaré de menos cuando te hacía cosquillas en las rodillas o cuando besaba cada uno de lo que tú llamas defectos. Besarte... Ese es otro tema... Es puro arte. Es matador pensar que no lo volveré hacer. Tus caricias, tus abrazos, tu olor, tu pelo... Pati, son tantas cosas, que no entran en un simple blog.
Empecé diciendo que esto era una despedida y según voy escribiendo siento que jamás podré despedirme de ti. ¿Cómo puedo renunciar a todo ello? Dicen que hay ciertas cosas que no hay que pedir, pero yo te pediré hasta en mi lista de bodas como diría tu Marwan. Te pediré en la carta de los Reyes Magos, en las estrellas fugaces, en los dientes de león... Te pediré, porque mi vida sin ti, no la quiero.
¿Cómo despedirme? No lo voy a hacer. Te diré lo que cada noche te decía al quedarte dormida entre mis brazos: te amo, Campanilla.
Peter Pan
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