Nuestro sofá conoce a la perfección nuestro calor.
Cuando nuestras bocas se unen y nuestras manos buscan como los exploradores.
Todo empieza a temblar cuando te sientas encima de mí.
Con tu cuerpo. Y yo no dejo de besarlo mientras el ritmo nos mueve.
Nada nos puede frenar. Solo queremos más y más.
Nos miramos a los ojos, unos ojos que se miran con amor. Con «No te marches nunca». Con un «Como sigas así…».
El calor empieza a ser como el de Granada en pleno verano.
El orgasmo como un volcán en erupción que lleva demasiado apagado. Los gemidos que suenan a canción de amor.
Nada se escucha en la calle o eso nos parece a nosotros.
El placer de poder quedarnos abrazados, tan unidos que suena a irrompible. Con caricias en la espalda hasta que nos quedamos dormidos.
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