Las agujas de mi reloj (y todos los del mundo) se detuvieron la primera vez que te miré a los ojos. Realmente solo miré yo. Tú estabas concentrada tramando cosas, sin duda. Como mejorar algo o alguna cosa parecida.
Tú y tus ganas de perfeccionarlo siempre todo. Como tú dices: Cuando algo está a punto de caer, ya empiezo a buscar la solución antes de que se caiga todo".
La carne y tú no sois demasiados amigos, en cambio el japo nos acompaña casi desde las primeras noches.
Hay a veces en las que mataría a todos los sapos que salen por tu boca cuando te enfadas, pero la mayoría no dejo de sonreír cada vez que estamos en la cama en silencio y se escapa un "te quiero". Dices pocos pero sinceros.
Te conocí a tus veinticuatro casi veinticinco años, con muchos miedos del pasado por encima.
Los hemos ido lanzando al mar con cada mirada, con cada serie en el salón. Aún quedan algunos, pero se terminarán marchando. Con nuevos sueños dentro de ti. Que no me olvido de las corazonadas de que harás algo grande.
Con caricias de postre, al mediodía o de cena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.