Es domingo y hace frío ahí afuera. Duele pensar en toda esa gente que no tiene dónde poner su cuerpo a buen recaudo. Empieza a anochecer y cada vez pasan por la ciudad más coches con su vuelta a casa. Antes de que empiece a llover.
Y sigo teniendo frío. La calefacción y las mantas no acaban nunca con el otro frío. El que congela por dentro.
El del corazón con muchos cubitos de hielo.
Tantas decepciones van creando esa sensación de frío húmedo. Que se pega y no deja esconder miedos, pasados, recuerdos.
Siempre que algo recuerda a sonrisas anteriores, aparece el temor a dañarse de nuevo, ese que tantas cosas ha evitado en los últimos tiempos.
Muchas veces me pregunto si este frío se irá. Si se marchará con el paso de una nueva estación. Otras tantas, muchas, sospecho que se quedará para siempre. Ahí donde resuenan palabras.
«La sensación de no volver a sentir algo que me haga flotar, d no volver a sentir nunca nada».
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