- Hola - paso decidida hasta el salón sin apenas mirarle.
- ¿Vienes enfadada? - me pregunta tocándose el pelo.
- ¿Tú qué crees? - me siento en el sillón.
Da vueltas por el salón sin encontrar el sitio donde sentarse. Y no le doy tiempo porque ya he explotado.
- ¿Y sabes por qué? ¡Te lo voy a contar! Porque hace días que me ves rancia, sin apenas hablar y bastante seca, y no te dignas ni a preguntarme, con pensar que tengo la regla para ti es suficiente.¡Y estoy cansada, estoy harta! ¡Harta de tantas y tantas decepciones! ¡Estoy hasta las narices de que todo salga mal cuando las cosas pueden ser fáciles! Porque no os entiendo, ni a ti, ni al de Belén, ni al otro, ni al de la moto. ¡Estoy muy cansada de querer comprender vuestro comportamiento y no llegar ni siquiera a hacerme una idea! Complicamos lo sencillo. Y ya no estoy segura de querer poner todo de mi en cada batalla...
Se queda mirándome con cara de seta. No sabe dónde meterse ante la que le ha caído.
- ¿De quién estamos hablando, Patri? - me pregunta en un susurro.
- De todos en general y de ti en particular - hago una pausa - Llevas días exigiéndome quedar todos los días porque ya no me ves como antes. Que Dani ha ocupado tu lugar y no es verdad. Lo primero es que cada uno tiene el suyo. Y lo segundo es que él no tiene a alguien. Y tú sí. Tú no puedes hacer todos los planes que quieres conmigo, porque hay otra. Tú no puedes darme todo lo que yo necesito, porque hay otra. Y lo respeto. Lo estoy empezando a hacer. Y te he dejado el puesto que tienes que tener. Yo te he dejado mis sentimientos sobre la mesa. Te he dejado todo más claro que el agua. Sabes lo que quiero, y hasta lo que estoy dispuesta a dar. Te quiero a ti, fin. Es muy sencillo, pero la ecuación se te complica por el puto miedo y no querer afrontar las cosas como te vienen, o como las sientes... o como te apetecería hacerlo. Eso es de cobardes. Valiente, es sentarme delante de ti, y decirte que ya te di un ultimátum. Y que lo estoy cumpliendo a raja tabla. Y que me siento muy orgullosa... Porque es tal la decepción que siento, como hombres, por cada uno de vosotros, que me resulta hasta fácil... Por mucho que te quiera, por mucho que me encantaría luchar por ti, el amor no es ir a la guerra, no es una pelea de perros peleando por un trofeo... Nadie, y repito, nadie, es un trofeo. Tú eres igual que yo. Y no voy a dejarme la piel, otra vez, en el camino, ni por ti ni por nadie. ¿Me quieres? Adelante, da el paso. Sabes que no va a haber negativas por mi parte. ¿No lo das? Déjame vivir, sola o acompañada, pero no te interpongas en mi camino, no seas un obstáculo. ¿Has elegido la amistad? Lo respeto. Sé mi amigo. Acompáñame a lo largo de mi vida, porque perderte es lo último que quiero... Pero pongamos límites a esto. Salvemos lo que queda de nosotros, aquello que no es tóxico ni está podrido...
- ¿Con quién has hablado de esto? Porque esta no eres tú - me mira.
- Soy yo, y más que nunca. Me he cansado de esperar. De esperarte. A ti, a Samu, al otro... Estoy harta. Voy a vivir para mí. Y no voy a dejar que nadie me mareé. No me lo merezco, y si tengo que estar sola, voy a estarlo. Pero se acabaron los parches que no llegan a tirita, se acabaron los chicos de pega, los pof y toda esa mierda. Y no te estoy diciendo que me esté cerrando, que luego lo confundes todo y acabo siendo la culpable de todo, no. Te estoy diciendo que si quedo con alguien a tomar algo, es sólo un café. Un café que da pie a algo o nada, pero sin ningún tipo de compromiso. No quiero nada de nadie, ni una decepción más. Eso significa torear a los capullos, ser borde si hay que serlo, hacer la selección yo, y el que me moleste... ¡puerta! Es tomar las riendas de mi vida. Y sé que tengo muchas carencias, necesito afecto, mimos, cariño... Pero para estás tú, Belén, Rocío... Mis amigos. No necesito a nadie. Y la vida es mejorar cada día. Quizás tenga que pulir muchas cosas, pero lo voy a hacer, por mi. Porque cuidarme a mi, es buscar la suerte, es trabajarme esa suerte que siento que me ha abandonado.
- Te has vuelto a poner el escudo... - me responde.
- No hace falta ningún escudo cuando entrenas para ser más fuerte que el otro. Cuando trabajas y aprendes de tus errores. Cuando te dedicas solo a ti, y al resto que le den. Que me juzguen, que hablen, que hagan lo que quieran... Pero no voy a depender de alguien que me saque a pasear, ni a esperar a mi príncipe azul, y más un príncipe que tenga princesa. Estoy rancia porque se acabaron las gilipolleces, porque no te voy a reír lo que está mal ni voy a ser partícipe de ello. Quería que lo supieras... - le digo levantándome.
- No te vayas... Hace mucho que no te veo... Por favor - dice agarrándome de un brazo.
- Cuando sepas lo que quieres, házmelo saber. Hasta entonces, quedamos en distancia, ¿no? Vamos a respetarlo.
- ¿Cómo puedes ser tan fría? - me pregunta mientras me ve recoger mi mochila.
- Se llama crecer, o madurar, o experiencia... Los unicornios se extinguieron, y los arco iris salen muy de vez en cuando, y la vida no es rosa. La vida es de tantos colores como tú la quieras ver. No es frialdad, es salvarse uno mismo. Es ser, en cierta parte, egoísta. Es cuidarse. No dejarte los pedazos de corazón en una guerra que no tiene fin. Mi corazón es mío y no pertenece a nadie, y jamás, nadie, tendrá el poder de volverme a romper. No me compensa. Ya no. Hay cosas que tienen que ser fáciles, bonitas y maravillosas. Cuando en la ecuación entran las lágrimas y el dolor en el pecho, es que no va. Y si no va, no va... Nos vemos.
Se me queda mirando en silencio.
- No es una despedida - le miro - Te estoy dando el tiempo que yo me he tomado para replantearme muchas cosas. Ni siquiera te pido que luches por mi, porque lo tienes todo hecho, pero no me vale cualquier cosa. No me valen las migajas, ni los cinco minutos sueltos que tengas por ahí... Porque no me lo merezco, ni por tu parte, ni por la de nadie - abro la puerta y salgo, esta vez sin mirar atrás.
Pisando fuertemente sobre mis pasos. Sintiéndome en cierta manera, aliviada. Fuerte, segura. Duele, claro, no soy fría ni de piedra. Pero hay amores que matan, y ya una tiene callo...
Patri Izquierdo Díaz