Hay un tema sobre el que me aburre escribir, pero que en el último puesto de mis cosas que pensar, está revoloteando por ahí. Y aquí vengo a escribir sobre todo lo que tengo en la cabeza. ¿Os acordáis del chaval que conocí en Instagram, que me fui a Lisboa con él, que me dejó de hablar por una gilipollez y que a veces, escribo sobre él? Bien, pues le vamos a apodar "el motero" como lo bautizó mi mejor amigo. ¡Cómo no había caído antes! Sé que leía mi blog. Ahora lo dudo mucho, está muy ocupado haciendo... ¡pues no sé! ¡Cómo ya no cuenta nada! Pues no sabemos. No os puedo informar. Es muy raro, queridos lectores. ¡Y yo que no le pillo el punto! Me tiene descuadrada, os lo juro. Antes me enfadaba, ahora simplemente paso. Mirar os lo voy a contar todo.
Nos conocimos por Instagram. Me comentaba las fotos. Y un día dije, ¿quién es este pesado? Y le seguí. Muy digna yo. Bueno pues el tiempo pasó, me acostumbré a que estuviera ahí para hablar de todo y de nada, pero se convirtió en un entretenimiento. No sé, estaba bien. Hasta un 10 de enero que decidí conocerle en una gasolinera. Sí, estoy fatal, y arrastrando a una amiga conmigo por si nos pasaba algo, que al menos fuéramos dos. ¡Qué buena amiga!
Al verle, no me había dado cuenta de que tenía los ojos azules en las fotos de su Instagram y eso que lo había estudiado de arriba a abajo. Y cuando le vi, pensé "¡punto para ti, chaval!". Pensé que jamás iba a volver a verle. Pero... Empezamos a quedar todos los días, sacábamos tiempo de donde no lo había, se saltó alguna clase de boxeo, tomábamos café en la cafetería del hospital, no sé, molaba. Estaba guay. Desde el principio llevaba una idea preconcebida de él (él lo sabe). Y no terminaba de cuadrarme en absoluto. Lo primero que quisiera quedar tanto conmigo, ¡si yo no era gran cosa! Y más cuando acababan de cambiarme por otra. ¡Pobre chico, no sabía lo hacía! Fuimos al cine, a ver Aquaman, y tras esa salida/excursión/cita/quedada me envió un copia y pega (testamento enviado por WhatsApp a cada chica con la que quedaba para informarlas que no se enamoraran de él porque él solo quería pasarlo bien) del que yo me reí. Pensé, este flipao... ¿Cómo si yo me fuera a enamorar de él? ¿Pero qué dice?
Los días pasaron, quedábamos, tés, cafés, cenas, comidas, hubo de todo. Te acostumbras a eso, a escapadas al campo, a hacer turismo, a Lisboa, le enseñé mi lugar favorito en el mundo que es mi pueblo... Todo, guay, ¿verdad? Acompáñame aquí, allí. Me gustaba. Era como un novio sin serlo. Un NO novio. Sin los quebraderos de cabeza que te da tener una relación. Un amigo. No sé, da igual.
Hasta aquí todo correcto. Puse a parir a un amigo suyo que hoy en día me sigue sin caer bien, aunque esté muy afectada porque ese chico me haya bloqueado en Instagram. Creérme, ¡super afectada! Ahí me dejó de hablar, por lo que yo considero una tontería. Pero vale, un cabreo lo tiene cualquiera. Días malos también y demás. Ahora... El tema de este fin de semana... Rechazos continuos, está más borde que nunca, si le preguntas muerde, está cansino cansino... Mi amiga Belén dice que podía preguntarle más veces, qué le pasa, ¿y ser una pesada? Paso. Si él quiere algo, ya sabe donde estoy. Allá él. Buenos, antes de seguir, decir, que de quedar tantas veces, ya nada, ni cafés ni leches... NADA. Las cosas cambian, ¡no pasa nada!
La vez que me dejó de hablar, me dolió. Porque por una tontería un chico que me cae bien, que empezaba a ser mi amigo y parte de mi día a día como he explicado, pues me dolió. Esta vez, es como venga otra más, enfádate, quejica. No me cuenta las cosas para no amargarse. No me cuenta nada y se está comportando como un verdadero capullo. ¿Qué hago? ¿Tengo paciencia y espero que se le pase la regla? O, ¿paso directamente del tema y cuando beba agua ya que me hable? Pues no sé, me da un poco igual la verdad. La gente que se enfada y no respira, pues bueno, ya le dará un trombo o algo de eso. Estoy un poco cansada la verdad de estar detrás de la gente que oye, que si quiere ir a su aire, es muy lícito. Lo estupendo de todo esto, es que daré la impresión de pesada, de ir detrás, de incluso enchochada, enamorada o vete a saber... Me da igual la verdad.
Lo único que me fastidia es no tener telepatía para entender esa cabecita rubia que tiene encima de los hombros. Pero si él no quiere que le entienda y pasa, ¿quién soy yo para pedirle que me explique las cosas? Pues nada, seguiremos con rechazos, o no, seguiremos aquí aguantando la vela, o no... Seguiremos... O no. No lo sé. Pero yo dije que no llegábamos al verano... Y estamos solo empezando la primavera.
Ojalá me equivoque porque me parece un buen chaval, muy majo. Pero bueno, nadie es imprescindible, ni a todos le podemos caer bien. Yo ya tengo amigos que me adoran y que están conmigo desde hace años, quien quiera quedarse, bienvenido sea, quien no. Un placer, señor. La vida es taaaaaaaan corta, tan corta... Que no estamos para que nos chupen las energías. Y eso que me encanta os lo aseguro, estar ahí para mis amigos, él lo sabe. Sabe que por cada uno de ellos, vamos, lo que haga falta, pero que él no quiere... Vale. Esa ha sido mi respuesta este finde: "vale". No voy a discutir, no voy a insistir, no voy a mover un dedo por quien no quiere que lo mueva... De todas maneras tiene muchos amigos... y amigas, seguro que le consuelan. No pasa nada. No podemos dejar que todo nos afecte, ¿no? Y como ya os digo, es posible que no le caiga bien o yo que sé, el tema es... que me afecte a mí o no.
También es verdad que cada uno lleva como puede sus días malos. Y es muy respetable, pero no sé. Hablo siempre desde mi punto de vista, ¿vale? Me siento un poco estúpida/cansina/aburrida/monótona contándole mis problemas a alguien que tiene una actitud que no es recíproca. El problema es mío de sentirme así, pero... no puedo evitarlo. Lo mismo a él le encanta sentarse a escucharme, pero yo no me siento cómoda si no hay esa misma confianza por ambas partes.
Lo que más me molesta del mundo es no entender algo, eso me trae por el camino de la amargura, pero no quiere que lo entienda, pues... de nuevo, vale. Yo soy todo lo comprensiva que quiera. Pero a ponernos a jugar a quién nos dura más la regla, no. Lo siento, estoy opositando. Estoy trabajando en mí, en mi gimnasio, en mis apuntes, en mi futuro. Con esto no le estoy echando de mi vida, ni mucho menos, ya os digo que ojalá volviese a ser todo como antes, pero... No podemos obligar a nadie a quedarse. No podemos pedir ciertas cosas, porque si las tenemos que pedir... ¡Uf! Mal vamos.
Patricia Izquierdo Díaz