En una mañana me he enterado de que estabas en el hospital y de que te has ido. En unas horas el coronavirus, de nuevo, ha ganado la partida a mi familia.
Una tía la que adoraba, tanto, como ella a mí. La que me preguntaba cuándo me iba a echar novio, y la que me miraba con cariño el día que llevé a Samu al pueblo. Le hizo hasta entrar en su casa. Siempre me metía en situaciones así, pero con el más grande de los cariños. Ella veía más allá de las palabras, de los gestos. "¡Qué delgada te estás quedando, hija!" no va bien la cosa con el de los ojitos azules, ¿no? Pues no tía, no acabó bien la cosa.
Siempre me daba de comer para que no perdiera ni un gramo y estuviera guapa y lustrosa. Adelgazar es de enfermas. Me llamaba para todo. Su casa siempre la he sentido mía. Y solo pienso en el tío... Porque, el día que fui a sus bodas de oro, la fiesta más impresionante y bonita que yo hay visto, se les veía enamorados. Él la amaba, la ama. Me daba vergüenza, cuando la llamaba "cariño" y la tocaba el culo delante de todos. Eran amor los dos, del que ya no existe, del que ya no queda.
Ocultaba todos sus males. Ella siempre estaba bien. Adoraba a los niños, jugaba con ellos. Era familiar, era la gallina que juntaba a todos los pollitos, hijos, sobrinos, nietos, ¡todos! Su casa era la de toda la familia, y el primer punto al que ir cuando llegábamos al pueblo. La cena de los viernes, obligatoria con los tíos.
El pueblo se está muriendo a causa de la pandémia, de los insensatos madrileños que fueron allí hace quince días, supongo que a celebrar el fin del mundo. El bar... ¡El Mirador! El foco de una enfermedad que me está arrebatando a muchas de las personas que conozco y que quiero.
Cuidaremos del tío tanto como tú lo hiciste, como mujer adelantada a tu tiempo, siendo una mujer de carácter. Queriendo aprender todo. Buscando que yo te enseñara cómo funcionaba el móvil o cómo funcionaba la tele. Muchas veces me he visto reflejada en ti. Y te voy a echar mucho, muchísimo de menos...
Seguramente que esta carta podría estar mejor redactada, pero aún no me hago a la idea y estoy soltando sentimientos junto con lágrimas. Escupiendo que ya está bien. Que me están robando familia porque la gente no entiende lo que es quedarse en su casa.
Te voy a querer toda mi vida, y aún no soy consciente de nada porque ni siquiera podemos acompañarte en este último tramo. Te voy a echar de menos, siempre.
Hasta siempre, tía.
Patri Izquierdo Díaz