La vio el primer día. Allí estaba con sus coletas, en la fila, mientras casi todos lloraban al decirles adiós sus madres.
Compartieron pupitre, plastilina y los juegos del recreo. regletas y los bocadillos de la merienda.
Volvían siempre sentados juntos en el autobús, dando patadas al asiento.
- ¿Quieres ser mi novia? - le dijo un día, y ella respondió con un beso en la mejilla.
El con la manga de la bata, se lo limpiaba; ella le pegaba. Y no os cuento más, solo digo que los amores de niños nunca se terminan. El resto os lo tenéis que imaginar.
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