sábado, 21 de marzo de 2020

Sonreír los domingos

En el colegio destacaba más de lo que quería. No era la más bonita del mundo, pero tenía una carita tan dulce que todos los chicos se volvían locos por ella.

Ojitos heredados de su madre, grandes como soles. Le costaba horrores hacer amigos. Amigos de los de verdad, sin ningún interés en sus labios. Una vez se enamoró, amor de instituto. Y fue un polvo más y adiós. 

Pasaron los años, y creció su belleza. También creció su mundo interior.

Cada minuto que pasa se convierte en un ser más cerrado. Tuvo un amor muy jodido. Era un cabrón, de los que hacen afición. Pasa de rollos de una noche. De conversaciones sin sentido. 

Escribe mucho y no se lo enseña a nadie. Hay días que desearía ser una chica normal, dormida entre libros y despertadores. De esas que sonríen hasta los domingos.


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