Noventa años ya. "Cómo pasa el tiempo", pensó. Y sentada en el sofá del salón vio a su nieta, atenta a la tele. Le encantaba contemplarla: tan joven y radiante.
Le dijo que se acercara, y sacó un espejo. Su piel, arrugada, todavía desvelaba su antigua belleza.
- ¿Ves todas estas arrugas? - le preguntó -. Pues no creas que son por la edad, son de reír sin parar.
Las dos sonrieron a la vez, y su nieta, en silencio, descubrió lo feliz que había vivido su abuela toda la vida.
- Voy a por galletas y la leche, abuela - dijo.
Y pegó un salto desde el sofá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.