Y entonces llega esta maravillosa paradoja.
Tienes más tiempo que nunca, pero no puedes compartirlo con nadie ni disfrutarlo.
Tal vez el universo trata de decirnos que nada de lo que tenemos en la vida, ni el trabajo, ni la casa, ni tan siquiera el tiempo, merece la pena si no podemos compartirlo con otros.
Esto no es el apocalipsis, pero puede ser una oportunidad de entender el propósito real de nuestro paso por el mundo, cuando Europa se va más afectada que África, cuando un beso pasa a ser un arma, cuando el dinero no te salvará, cuando la vida como la entendíamos hasta ahora, se detiene, para todos, y el tiempo se vuelve un castigo. Tal vez cuando volvamos a caminar, caminemos más despacio, más cercanos, más humildes, más humanos.
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