Y la besé. No sabía que sería el último, pero sabía a despedida. Me sentó en aquel viejo portal y, sin mucha explicación, me dijo adiós.
Arrastrando los pies, camino a casa, no pensaba en nada. No sé si la ciudad estaba nublada o solo era mi mirada.
¿Quién es ese que se refleja en el espejo del ascensor?
Lancé las llaves contra el suelo. No hay zumo abierto en la nevera, solo restos de macarrones. Salté en el sofá. ¿Qué es esa mierda de "Sávame"? Si ya no tiene remedio... Una ducha, sí, eso. Vaya, de nuevo no me reconozco. Huele a coco. Suena el timbre. Ni puto caso.
Miré por la ventana, aún con la toalla.
Llueve.
- Joder, como yo por dentro - murmuré.
Y por fin lloré.
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