jueves, 9 de abril de 2020

Billete de ida y de huida

Te conocí. Fue como comprar un billete solo de ida a cualquier parte del mundo. Pero gratis y sin avisar.

En tu cama me sentía como si tuviera el mar delante. Y qué pequeña parecía tu cama cuando tenía mis labios en tu espalda.

Grabábamos siempre algún CD para cantar en el coche. Conducías a cualquier parte y en los semáforos ponía mi mano con la tuya en el freno de mano.

Un día llegamos a una playa y, sin toalla, hicimos el amor. Juegos de niños sin control. Veranos e inviernos. Tú venías a conciertos que te importaban una mierda por verme sonreír. Y yo no sé que pasó, supongo que alguien apareció que te hizo cambiar de opinión. Dejamos de compartir canciones y sé que, cuando no te miraba, contestabas al WhatsApp.

Yo me iba a casa y tus besos eran flojos. Podría decirse que rotos. Y no tuviste valor de decir que todo había cambiado. Tuve que decir yo que nada merecía la pena. Perjuraste que no había otra persona, que la culpa no era de nadie. Y puse cada de ñu mientras decías que algún día podríamos volver a tomar un café.

Qué bonito que, entre viaje y viaje por desconectar, y entre fiesta y fiesta para olvidar, empezara a verte en bares con otra persona. Y tu Instagram no miente cuando le prometes amor eterno en las fotos en las que salís encima de la almohada. Con hashtags de love.

Y me pregunto cómo os besaréis, si le dirás las misas cosas que me decías mientras hablábamos en la cama, donde aún queda nuestro olor. Y ahora quiero un billete para huir de recuerdos. Y sale demasiado caro. Dicen que está agotado.


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