Como todos sabréis, aquellos que me leéis día tras día, estoy viviendo una racha que no se la deseo a nadie, donde mi familia cae a causa del coronavirus todas las semanas. Como no tiene pinta de que esto haya finalizado, es duro saber que se esperan más y no poder hacer nada.
Pero siempre hay gente que te alegra los días, el "¿Cómo estás?" de Belén. Los "Buenos días" de Dani. El Bollo entrenando conmigo todas las tardes, Clara con sus videollamadas. Cristina preguntando por la situación por las noches... Etc, etc, etc. Siempre he hablado de lo afortunada que soy al tener a mis amigos tan cerca, incluso de cuarentena. Realmente ellos son la muralla que paran todos los golpes antes de que me lleguen a mí. Una no es de piedra, como puedo parecer a veces. ¡Ni un cactus!
Y esta mañana, me ha despertado un repartidor que casi quema mi portero. No esperaba nada, no había pedido nada. Y la caja que traía era enorme, pero grandísima. Cuando he entrado a casa con ella, todos me han preguntado, pero no sabía nada. ¡Os lo prometo! La he abierto y ha salido un oso gigante. ¿Un oso? Estaba hablando con Belén en ese momento y la he preguntado, "¿me has regalado un oso, tía?", he escrito a Clara, al Bollo, a Cristina que también estaba hablando con ella, a Dani... ¡a todos! Y se me ha encendido la bombilla... ¿Pollito?
¡Pues ha sido el pollito! Ese chico que como leísteis en su carta, que no iba a cambiar. Aquel que jamás expresa nada, que los detalles le cuestan, que no sabía muy bien como funcionaban las cosas y todo se le hacía un mundo porque... ¡atentos! Él no se veía capaz ni de cambiar, ni de mejorar, ni de absolutamente nada.
Supongo que es la cuarentena, supongo que a todos nos tiene que llegar esa persona por la que cambiamos, en muchas ocasiones, sin darnos cuenta. No sé la causa de su "digievolución", lo que sí sé, es que se lo agradezco enormemente. Saber que tienes personas que te cuidan y que te lo demuestras, todos los días, es un privilegio, que por lo que veo, pocos tienen. Además de una forma tan sincera, tan cuidada y con tanto tacto. No sé qué habrá en su cabeza, no sé si estará confundido o no, lo que sé es que el esfuerzo y el cambio que he visto en él desde el día que nos conocimos en noviembre es brutal, y supongo que él es consciente de ello.
Hemos encontrado un apoyo sólido el uno en el otro, no me cuesta contarle las cosas, aunque en muchas ocasiones se quede callado como meditando en una respuesta apta para lo que le estoy contando. Y está teniendo una paciencia infinita conmigo, porque creo que me ha pillado el punto en muchas cosas, parezco una chica que habla mucho y cuenta todo, y no es así, de hecho, él lo sabe. Me cuesta abrirme, me cuesta confiar, me cuesta decir cosas bonitas y normalmente es la que se carga los momentos mágicos... Sabe perfectamente el gran desastre que soy y todo lo que hago por sacar a este caos adelante. Sabe muchas cosas, aunque aún le quedan otras tantas, y por ello, agradezco esa paciencia...
Creo que desde hace poco, le van las emociones fuertes, sino no entiendo ese empeño en sacarme una sonrisa, o el estar ahí. No sabe dónde se ha metido. Como dice él muchas veces, el tiempo es el que dirá si tanto esfuerzo ha merecido la pena o no. Es a él al que tenemos que dejar hablar y no a nadie más. Opino lo mismo, ¡en algo estamos de acuerdo! El tiempo nos dirá qué será de nosotros. De momento estamos en una cuarentena y es una gran prueba para ambos, y supongo que para muchas parejas que están sin verse. Es como una prueba de fuego, y de nuevo, el tiempo será quien escriba la historia.
Por ahora, agradecerte las videollamadas, el oso, los viajes, los momentos, todo eso que cada día va sumando y por estar ahí, que de eso es de lo que se trata.
Y aquí os dejo al pequeño Susi... ¡Es todo un amor!
Patri Izquierdo Díaz
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