jueves, 16 de abril de 2020

El apartamento pequeño

Era un apartamento pequeño. Entraba un sofá de esos que se convierten en cama. Una cocina con dos fuegos. Una tele tan pequeña que nos importaba una mierda no verla. Pero estabas tú. Con el flequillo despeinado. Cociné yo. Tú venías por detrás. Y temblaba hasta el salero. No nos hacía reír el vino, es que somos muy idiotas de serie. 

Los pies jugaban, las bocas se arriman en el sofá, ese que convertimos en la última suite del Palace. Y yo, tu espalda para besarla durante horas. Para rozarla por cada centímetro de la piel. Desabrochaste el sujetador e hice a aguas en tu pecho. De aguas a pico del Everest. Tus ojos brillaban y la piel se erizaba. No decías nada, pero suplicabas un mordisco más.

Explorando dentro de tus bragas, sujetando con fuerza tus muslos. Me hubiera quedado sujeto a tus caderas toda la vida. Siameses de orgasmos. Y en aquel sofá lleno de nosotros, olía a vida. A noche buena. A que si nos hubieran dado a firmar, jamás nos levantaríamos.


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