Se despierta todas las mañanas. Debe ser el único momento del día en que no tiene sus ojos grandes abiertos. Su pelo es revoltoso, pero le gusta que vaya siempre erfecto.
En verano se pone supermorena, todo el mundo se lo dice.
Y aunque tiene una sonrisa preciosa para el resto del mundo, ella es más de poner morritos en las fotos. Los labios más bonitos del mundo. Casi nadie sabe que detrás de su timidez hay un lado pícaro y revoltoso. Y que los pequeños detalles la vuelven loca. Y no tanto regalo de gran almacén.
Que con dos cervezas junto a alguien especial o una tarrina de Haágen-Dazs en el sofá algunas veces es suficiente. Tiene un montón de noches pensativas. No todo sale como ella quiere. Eso me pasa por ser buena, piensa. Por momentos se harta de estar a la expectativa.
Si tampoco pide tanto, solo que la quieran de verdad. Sin tapujos. Sin mentiras que hagan desconfiar a su mente. Le dan ganas de agarrar la maleta y viajar sin control, como a ella le gusta.
Y seguirá evitando momentos, seguirá callando, callando demasiado. Pero cada vez que se piensa en ella solo sale una palabra. Dulce. Dulce dulzura.
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