martes, 21 de abril de 2020

Conducir al paraíso

Ya al sonar el despertador, todo indicaba que no tendría un buen día. Los cinco minutitos más terminaron siendo veinte y eso se convirtió en una carrera a la ducha. Una cazadora al vuelo. Un día interminable: cada vez que miraba el reloj, parecían diez minutos menos. Pero llegó la hora de salir, tenía claro lo que iba a hacer.

Montó en su coche, su pequeño coche, compañero de fatigas, compañero de sonrisas.

Se puso el cinturón, colocó los espejos, metió primera y arrancó. No tenía ni idea del destino, simplemente necesitaba un rato al volante, pensando, echando a volar su imaginación. Repitiendo varias veces la canción número siete del CD. Pillando cada curva con el estribillo en la boca. Bocanadas de aire por la ventanilla. Lo relajante que le parece conducir siempre.

Desde el primer día con el carné. Paisajes y sonidos. Aquel parecía un buen sitio, aparcado frente al mar, solitariamente. Con millones de ganas de ese olor marino. Las zapatillas deportivas al suelo y los pies buscando arena. Ya refresca la noche. Su calor siempre al cien por cien.

Ya toca vuelta a casa, pero con energías para mañana.

Lo que hace un ratito en soledad.




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