Es domingo por la mañana. Hace sol. Y aprovechando que ayer no salí, que no hay resto de alcohol por mis venas, ni me duelen los pies de bailar… He tenido la brillante idea de salir a correr. ¡a ver cuánto duras me grita mi hermano! Pero con tal de que me de el aire en la cara, cualquier cosa…
Estoy frente al espejo con mis mayas grises. Me miro. Y me pregunto porque me gusta tanto el color gris ¡con lo mal que me queda! ¿O quizás tantas horas estudiando me ha pasado factura?
“Búa si para quien me va a ver…” Me digo a mi misma mientras me hago una coleta alta, cojo mis auriculares y pongo la música muy alta. Como siempre. La música más alta que los problemas.
Desde la playList de flamenquito con Flow suena eso de “Fuera de mí, ya no quiero tu querer, de mi mente, te he borrado… ya no quiero nono besar tus labios” Y sin ninguna dirección, empiezo la marcha.
Canturreando más que corriendo, iba por el carril bici, en mi pompa. Cuando una sombra, que no es la mía, se sitúa al lado. Echo un ojo por encima de mi hombro, no quiero ser el centro del mundo en estas circunstancias y quizás solo sea alguien que quiera pasar. Pero no. Cuando miro veo unos ojos muy abiertos, alegres y que están esperando a que le salude.
No esperaba encontrarte precisamente a ti. A la persona con la que he tenido fantasías sexuales estos últimos días. Estoy sudada, roja, asfixiada y con unas pintas horribles. Encima, hay que respetar la puta distancia de seguridad. ¿Qué habré hecho en otra vida para merecer esto?
Me quito los cascos despacio, sonriendo. Y cuando quiero despegar mis labios para decir “Hola”, me encuentro con su boca pegada a la mía… Vaya, creo que no he sido la única en fantasear últimamente… Pero le sigo, no me aparto, de hecho, le atrapo con ganas, con desesperación, después de meses sin una pizca de contacto físico, mi cuerpo reacciona en seguida.
No sé si se paró el tiempo o es que estábamos tan a lo nuestro, que se nos olvidaron las normas sociales de estos momentos. Hasta que, desde una ventana, una mujer, porque creo que era una mujer, nos gritó que éramos unos irresponsables y que por culpa de gente como nosotros no acabaría la cuarentena nunca. Nos separamos en seguida, con la respiración un poco agitada y los labios hinchados. Y me sentí mal, tenía razón.
Mi intención era darme la vuelta y susurrar que ya nos veríamos. Pero me cogió de la muñeca y tiro de mí hasta llevarme hasta su trastero. Lo hemos hecho en muchos sitios, menos ahí. Pero me importó poco… en el momento que me giré cuando escuché como se cerraba la puerta, me abalancé sobre él. Sí, esta vez fui yo. Mis hormonas revolucionadas no me dejaron controlarme. Y el me recibió con ansia.
Creo que me dijo “aquí no pasa nadie” mientras hacia una pausa de nuestro interminable beso. Me arrinconó contra una pared y me apretó contra él. Demostrándome, una vez más, que, con un beso salvaje, le vale para prepararse. Así éramos nosotros, salvajes. Y después de tanto tiempo no teníamos intención de dejar de serlo.
Le mordía el cuello. Justo ahí, en la vena que se le hincha cuando se enfada o está excitado. ¿Mis manos? perdidas por debajo de su sudadera, ¡cómo me gustan sus sudaderas coño, tiene que dejármela! Y le araño. ¿Y las suyas? Una está en mi culo, la otra la noto por encima de mi sujetador… se lo que está buscando… después de masajearme un pecho… sus dedos largos y fríos, siempre fríos, encuentran el botón de mi locura. Lo presiona… lo aprieta… tira de él… y yo solo puedo cerrar los ojos y suspirar. El rescata esos suspiros y los hace suyos avasallándome la boca otra vez.
Me entran las prisas y meto la mano en su pantalón de deporte. Es ancho y tengo fácil acceso. Y allí estaba, mi compañera de aventuras. Me estaba esperando, y yo a ella. Llevábamos mucho tiempo sin sentirnos. La cojo, la acaricio y sin querer, subo y bajo despacio… para volverle loco… Sé que, de un momento a otro, saldrá el lobo que lleva dentro, aunque esta entretenido mordiéndome el pecho derecho… Ejerzo un poquito más de fuerza para llevarle al cielo y… ¡Se acabaron los preliminares! ni sexo oral ni nada que nos haga perder el poco tiempo que tenemos… me da la vuelta. Me baja los leggis y sin preguntarme entra dentro de mí, como él sabe hacerlo. Empuja con fuerza. Me pide en la oreja que me contenga y me pone la mano en la boca para que se la muerda. Él muerde mi hombro para contenerse también...
Y allí, en el trastero de su casa, nos reencontramos y empieza nuestro tiempo de descuento antes de que me vaya…
Mi móvil empieza a sonar. ¿Qué pasa? La alarma… Vale, era otro sueño. Me despierto, alterada y sudando. Miro a mi alrededor y estoy en la cama. Cualquier diría que he corrido la maratón. ¡Todavía nos queda una semana para que nos dejen ir ha hacer deporte! Así que nada… Seguiremos soñando con ir a correr(nos).
Anónimo
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