- ¿Tienes frío? ¿Lo apago?
Le cojo del brazo y lo echo por encima de mí. Lo atraigo porque le necesito más que a nada para sentirme bien, para poder dormir en paz. Le siento detrás, y empieza a rozarse con mi culo. Sonrío. Somos un caso. No podemos evitarlo ni en los peores momentos. Nos necesitamos en la versión más salvaje de los dos.
Entrelazo nuestros dedos y hago que se arrime mientras le beso el brazo. Y él me besa la oreja, el cuello, me aparta el pelo y con su lengua va recorriendo todas mis terminaciones nerviosas, que en realidad, sabe que no me hace falta. Estoy lista desde que entramos por la puerta de casa y se tumbó conmigo en el sofá.
Busca mis bragas con sus manos y las baja... Y de un tirón me las rompe. Este mes no ganamos para ropa interior. Me busca con sus dedos, por fuera me acaricia. Y poco a poco va introduciendo sus dedos uno a uno dentro de mí, cada vez más profundo, pero no se acerca a dónde quiero. Empiezo a moverme, a buscarle, a jadear, a suspirar... Pero desde atrás me tiene agarrada sin dejarme opción de movimiento. Cuando por fin entra dentro, me vuelve loca. Me giro y se chupa los dedos mirándome a los ojos. Se me seca la boca mientras me muerdo el labio.
- ¿Arriba? - le miro con ojos de colegiala, mientras no aparto mis ojos de sus ojos azules.
Y asiente con la cabeza. Me coge de la cabeza y me besa mordiéndome los labios como siempre hace, con deseo, dejándome sin aire, no dejándome apenas moverme. Le aparto los brazos y me coloco arriba. Entra con gran facilidad. Y mi cuerpo me pide movimiento. Pero me coge de la cara y me mira, me besa en las mejillas, me besa los párpados, chupa mis labios... Y no deja de mirarme.
Acabo de descubrir que no somos tan salvajes, y que simplemente, y quizás por primera vez, estamos haciendo el amor.
Patri Izquierdo Díaz
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