Quería agradecer desde mi blog, que seguro que lo lee, a un amigo por todo lo que está haciendo cada noche. ¡No penséis mal! ¡Estamos en cuarentena! Pero tenía ganas de escribirle, porque muchas veces soy una bruja con él y quería darle las gracias, así, como unas diez mil veces.
Llevo tres días exactos, donde las pesadillas vuelven cada noche. Donde cada día una persona me abandona y se va... Sí, igual que hizo Samu. Me levanto con taquicardia, con ganas de vomitar, me tiemblan las manos, tengo bajadas de azúcar y apenas puedo sostenerme de pie. Pero ahí está Dani, a la hora que sea. Para hablarme de tonterías, porque a las dos o tres de la mañana solo se pueden hablar de tonterías. Me habla, y está ahí. Y esa parte era la que quería agradecerte, Dani. Porque es cierto que el tiempo lo cura todo, o al menos te enseña a convivir con ciertos traumas, pero siempre es mejor con alguien al lado. Y yo de eso no me quejo porque tengo a los mejores siempre cerca.
Me duele todo el cuerpo, me duele sonreír, me duele llorar, me duele pensar... Y Dani no me da consejos... No me habla ni del tema. Me manda fotos de cuando él era pequeño y me cuenta mil historias que no sé de donde las saca, como el kamasutra del coronavirus. Siempre con una chispa de humor. Y me siento muy mimada por él y por todos.
Gracias de nuevo, dentro de poco nos achucharemos y yo me quejaré porque me achuchas demasiado. Dentro de poco, volveremos a la normalidad.
Patri Izquierdo Díaz
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