Me da pena la gente pesimista. Los que no avanzan y sólo se quejan, creyéndose víctimas de un mundo que conspira contra ellos. No sé... yo pienso que la vida no espera a nadie, y no hay mayor delito que dejar que transcurra lamentándose por todo. Precisamente por eso, no voy a parar hasta cumplir todas y cada una de mis metas.
Quiero tachar todos los nombres de la lista de ciudades que algún día quiero visitar, también de la lista de conciertos en los que me tengo que dejar los pies saltando y de la lista de libros que tengo pendientes de devorar. Lograr vivir trabajando por mis sueños, y no por los de otros a cambio de un triste sueldo fijo. Continuar haciendo locuras según pasen los años, porque madurar no impide seguir arriesgándome por una corazonada. Enamorarme, por lo menos veinte veces más, hasta que dé con ese alguien que sienta la vida como yo. Hacer muchos amigos y perderlos a casi todos, quedándome sólo con los mejores. Aprender a querer de verdad, como mi madre. Llegar a ser un luchador incansable, como mi padre. Convertirme en un ejemplo de motivación y que todos se inspiren en mí cuando peleen por sus sueños. Mirar atrás y aprender por fin a ver como experiencias a todos mis fracasos obtenidos y por obtener. Mil cosas más, y las que se me vayan ocurriendo cada día.
Quizá son demasiados objetivos, o quizás soy demasiado ambiciosos en general. Puede ser. Y seguramente, cuando sea anciano y ya no pueda luchar por muchos de mis sueños, sentiré que me ha faltado tiempo. Eso sí, voy a hacer todo lo posible para no sentir que he malgastado el que he tenido.
Fran López Castillo
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