TE echo de menos, abuela. No sé acordarme de ti y no llorar; al igual que tampoco me termino de acostumbrar a volver a casa y que no estés. No sé, nunca llegué a imaginarme cómo sería la vida sin ti hasta que la vida me lo mostró de golpe. Ahora sé que es como vivir con un vacío en el corazón que es imposible de volver a llenar, porque ese vacío era un amor que ni yo voy a poder dar a nadie, ni nadie me lo va a poder dar a mí. Era un amor entre abuela y nieto.
¿Y sabes qué? A mis veintisiete años creo que no he conocido a nadie que sea tan buena persona como tú. Ya no estarás entre nosotros, pero yo te voy a recordar hasta el final, hasta que me reúna contigo. Yo voy a seguir contando a todo el mundo que eras tan maravillosa que incluso, cuando era muy pequeño, decía "que quería más a mi abuela que a mi madre". Que me llamo Francisco por ti. Que siempre estuviste ahí para lo que necesitase. Que tú le contabas a todo el mundo, muy orgullosa, que yo era tu nieto favorito. Que eras todo bondad y amor, y que pusiste mucho esmero en enseñarme a ser del mismo modo.
Por desgracia ya no estás, pero no somos pocos los que nos acordamos a diario de ti. Te llevaré siempre contigo. Siempre. Y si desde allá donde estés puedes verme y en alguna ocasión me has pillado llorando al recordarte, no te preocupes, de verdad. Es sólo que a veces se me escapan las lágrimas porque merecías ser eterna y no lo eres.
Te quiero, abuela. Siempre te querré.
Fran López Castillo
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