Aunque sé que ya no merece la pena, todavía muchas noches me hago todas las preguntas que dejaste Inesperadamente en interrogante.
Nos conocimos pronto. Vivimos mucho, intensamente. Compartimos sueños, secretos, confidencias. Prácticamente todas esas cosas que jamás le hubieras contado a nadie las sabías tú. Sin excepción.
Todo lo que me pasaba, lo notabas tú sin que yo dijera nada, al primer minuto. Y no te quedabas en paz hasta que me veías sonreír de nuevo. Me decías que, aunque no lo pareciera, mañana sería otro día cuando saliera el sol.
Planeamos en el día a día nuestro futuro juntos. Una boda.
Unos hijos. Unos sueños compartidos hasta que el sol del planeta dejara de brillar.
Y el tiempo pasaba, la ilusión crecía.
Yo no sé qué cambió en ti. Quizá fui yo que no me di cuenta. Quién sabe.
Pero de la noche a la mañana cambiaste. De la mañana a la tarde desapareciste, casi sin previo aviso. Para prometer las mismas cosas en otros ojos. Otros espejos.
Y todos esos sueños se siguen cumpliendo sin ti. Y otros nuevos futuros me harán brillar.
Pero jamás entenderé cómo fuiste capaz. A mí, que te lo hubiera dado todo.
A ti, que prometiste no hacerme nunca daño
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