¡Te voy a matar! Te voy a matar a besos y a abrazos de oso. ¿Cómo se te ocurre hacerme eso? Gracias... Por cierto.
Os lo voy a explicar todo detenidamente. Tengo un amigo, mi mejor amigo, mi super amigo... ¡Mi bollo! Que me tiene muy consentida desde hace mil años. Ayer pasé un día chungo, he dejado constancia de ello aquí. Creo que algo se ha arreglado, no lo sé. El tiempo lo dirá, ojalá que sí. Pero bueno, mi bollo viendo que estaba un poco plof... que tenía ojos de oso panda por mis ojeras, y porque sé que me quiere... ha decidido secuestrarme sobre las seis y media de la tarde y llevarme a un gimnasio de un amigo en común en Fuenlabrada. ¿Un gimnasio? Sí. Y os aseguro que ninguno de los dos lo pisamos desde hace mogollón de tiempo, pero bueno... Mi cara, era un show.
- ¿Al gimnasio? Vale que mi culo esté en proceso de expansión, pero... ¿A un gimnasio?
Se ha empezado a reír, como siempre. Y me ha invitado a entrar. José nos ha recibido como si el tiempo no hubiera pasado para los tres (es el nuevo propietario, y antiguo conocido nuestro). Volvimos a ser los mismos de siempre. Y me ha llevado a la sala de boxeo que estaba libre. "Libre los martes" han dicho los dos mirándome.
- ¿Y? - he preguntado.
- Que nos vamos a pegar, y vamos a hacer una apuesta - ha dicho mi bollo cogiendo guantes para él y para mí.
- ¿Por qué quieres hacer una apuesta en la que vas a perder? - he preguntado yo porque siempre le gano (jugando sucio, pero le gano).
Coger de nuevo los guantes, ha sido como retroceder en el tiempo. No sabía ni colocármelos bien, la verdad es que no eran de mi talla, ¡eran enormes! Talla bollo, creo. He decido primero probar con el saco, por supuesto José me ha ayudado, pero es como montar en bici, solo tienes que dejar que la energía negativa de todo tu cuerpo fluya por tus brazos y expulsarla con un golpe fuerte, rápido y seco. El saco se ha movido entero y José también. Parece que no he perdido ni potencia ni técnica. Primer golpe. Guau. Solo puedo decir eso. ¡Dios mío! Lo he echado de menos. Segundo golpe. Tercer golpe. Nueva serie.
Cuando José se ha ido y nos ha dejado solos. Se iba a cagar. Golpes más fuertes. Ya verás mañana, quién coge a un niño... Moriré de agujetas. Le he mirado a los ojos, y digamos que le he entretenido un poco... he esquivado el saco y le he dado. Como nos hemos reído, yo más, claro, él no tanto. Me cuesta darle en sus mofletitos, me quedan un poco altos, pero esa barriguilla era mía.
Adiós saco. Le he ganado por supuesto, por mucho que diga él que no, porque cuando iba a tirarme al suelo, le he mordido. Ya he avisado del juego sucio. Pero me da igual, no iba a dejar que me ganara para nada. Hemos acabado empapados y creo que hemos perdido calorías suficientes para toda la semana. Ay, dios mío... ¿qué estamos haciendo con nuestras vidas, monstruito? Tú me sorprendes, y yo me dejo sorprender. Era un día plof, sí. Y has hecho que fuera distinto. Has hecho que me ría como hacía tiempo que no me reía. Me tienes muy mimada, muy consentida, y eso me perjudica, porque después ningún chico me da tantos mimos y tantas atenciones. Creo que si llegamos a los 35 solteros, te pediré que te cases conmigo. Puede que no nos vaya tan mal... Amigos eternamente. En exclusividad, ¿eh? No te me vayas con otras.
Gracias, por una tarde inolvidable. Gracias por sacar lo mejor de mí, siempre, casi siempre... a veces, porque también sacas lo peor, pero ya sabes... a partir de ahora, tendrás que tenerme miedo, porque te pego y te gano, es sencillo de entender. Podré defenderte de los demás, mira el lado positivo.
Te quiero con locura, no te puedo decir otra cosa. Eres mi AMIGO, con letras enormes, porque siempre me salvas, siempre estás ahí, queriéndome, diciéndome mis errores y defendiéndome de todos y de todo. Aguantándome como nadie y eso que soy difícil. Y es que somos iguales, aunque nos enfademos mil veces... Siempre volvemos, siempre nos encontramos, siempre... siempre. Afortunada en amigas, y en amigo. Lo soy, soy muy muy afortunada...
Ais... qué ganas de pegarte, ¡pero con el saco! Ahora me va a entrar mono. Quizás podríamos comprar un saco para tu garaje, podrías entrenarte allí hasta que consigas ganarme, ¿no? ¿No lo ves? No sé cómo agradecértelo ya. Mil gracias por hacerme la chica más feliz del planta. ¿Quién quiere un novio con un amigo así?
P.D. ¡Ah! He perdido la apuesta... Quiero que te quede claro, jamás va a ocurrir... Ya puedes pedir otra cosa... Y... ¿cuándo volvemos a ponernos los guantes?
Patricia Izquierdo Díaz
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