Me pregustaste una vez cómo me gustaba el café, si frío o caliente, si sólo o con leche... y no supe que decirte... Mi timidez me impedía hablarte, porque no me podía imaginar que estuvieses ni siquiera dirigiéndome unas simples palabras.
Iba todos los días a tu cafetería donde trabajabas, te observaba pero siempre me daba la vuelta.
Ese día que me preguntaste iba con mi maravillosa y gran amiga, por eso me atreví a entrar pero a nada más.
Seguí día tras día asomándome para verte pero no volví a entrar.
Pasado un tiempo dejaste de estar y mi mundo cambio. No sabía qué hacer para encontrarte de nuevo, y me di cuenta de la oportunidad de haberte podido conocer un poco más...
Ahora con el tiempo, te he vuelto a encontrar y esta vez soy yo la que te hago la pregunta: ¿cómo te gusta el café? Y tú con esa bonita sonrisa me contestas... Me gusta contigo.
Mi mundo desde entonces es mejor.
Gracias por hacerme tan feliz
Anónimo
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