Y un día la besé. Nos besamos. Voló aquella habitación.
Su novio no se enteró de nada. Y solo lloraba al terminar. No estaba arrepentida.
Volvimos a repetir.
- No le quiero, pero tampoco sé huir - susurraba entre caricias.
Una llamada por aquí. Un polvo por allí.
- No quieres estar con él, hazlo por ti.
- Solo lo haría por ti.
- Te equivocas, tú vas primero...
Y dije adiós, y cada vez que se cruza conmigo, de su mano, todavía puedo ver en sus ojos que no es feliz.
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