Llega un momento donde dejas de echar de menos a una persona. Te hizo feliz a ratos, sí. Pero lo único que extrañas son los momentos vividos. Solo momentos. Solo quieres vivírlos de nuevo, mejorados.
Desde entonces todo ha sido igual. Levantarse con horarios cambiados. Turnos a lo loco. Noches sin dormir. Del trabajo a casa. De casa a la playa. Sol y pensar. De casa al trabajo. Canciones en medio. Comer con mamá. Sin miedo de siestas. Cada vez que se acerca alguien nuevo, solo te falta mandarlo a la mierda con la mirada. Nada te calma. Solo necesitas un abrazo fuerte que no te repita que todo pasará, que te haga llorar y soltar toda la mierda acumulada. Y que se quede ahí. Llora, que cura.
Y mañana algo nuevo te sorprenderá entre el café del desayuno y el cerrar de ojos de cansancio de un día más.
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